L ala rota es la cara oculta de El arte de volar (Premio Nacional de Cómic 2010), dos obras que forman un díptico donde los autores, Antonio Altarriba y Kim, repasan la historia política española del siglo XX -la caída de la monarquía, la Segunda República, la Guerra Civil, la dictadura de Franco, el exilio, la Segunda Guerra Mundial y el retorno del exilio- a través de las vivencias de sus dos protagonistas. Altarriba, catedrático de la Universidad del País Vasco, da con una metáfora que bien pudiera aplicarse hoy al asunto de las compañías aéreas que velan armas con la esperanza de saltar del nido el verano entrante y proclamar a los cuatro vientos que ya podrán volar a destinos exóticos y apetecibles.

En los últimos meses nos hemos visto obligados a vivir bajo el signo de la letra de la canción de la agrupación Magneto, esa donde nos dicen que "si no puedes ser feliz, no te rindas, puedes recurrir. Vuela, vuela con tu imaginación". Se trata, sin duda, del más poderoso vehículo al alcance del ser humano, pero es bien cierto que no todo el mundo da con el botón de arranque, así que el avión supone, para no poca gente, un método más seguro y eficaz de transporte, aunque no siempre sea mejor.

Hoy, cuando La Paloma, el Aeropuerto de Bilbao, ya se agita y se alboroza en su nido y amenaza con lanzarse al vuelo, recuperada el ala, a uno se le ocurre comparar la situación con el viejo sueño del hombre: volar. A Leonardo da Vinci le conmovió contemplar el vuelo de las aves y se preguntó si el ser humano podría tener la misma posibilidad de surcar el cielo, por lo que diseñó una sucesión de prototipos con los que esperaba alzarse en el aire. Sin embargo, no fue hasta 1903 cuando los hermanos Wright consiguieron abandonar el suelo y, en un corto vuelo, demostrar que volar era posible más allá de la imaginación. Hoy lo vivimos con el mismo asombro.