S una vieja tradición: cada 5 de enero, es decir, cada día como el de hoy, se viven horas de tensa espera. O por ser más rigurosos, horas de expectativa. ¿De qué les hablo? Ustedes bien sabrán que la expectativa es la creencia acerca de lo que podría suceder en el futuro, difícil de adivinar en estos tiempos, incluso para los catedráticos en bolas de cristal. Como para entretenerse en jugar al yo soy más listo que tú.

Atentos y alerta, los niños de medio mundo aguardan a un mañana que acostumbra a ser alegre para una parte de ellos, desempaquetando ilusiones que a veces se cumplen, en algunos casos se quedan a medias y en ocasiones van más allá de lo imaginado. Es el poder de Sus Majestades cuando bajan de su reino de las fantasías.

Con parecida expectación aguarda, aguardamos, los habitantes de ese otro país mágico que es San Mamés. Veremos al Athletic medirse contra uno de los grandes, el Barcelona, con un guía nuevo: Marcelino García Toral. La hinchada también espera un regalo a medio o largo plazo: el reencuentro con un Athletic más poderoso que el vivido en esta temporada repleta de irregularidades en el club, se mire por donde se mire: en los despachos, sobre el césped o en el horno donde todo se cuece, en el vestuario.

Van viendo, ¿no? La escena recuerda a esa vivida en Pretty woman, esa película que endulza o empalaga, según los gustos de cada cual. El momento del que les hablo es ese en el que ella dice "Quiero más". Y él, seguro, replica. "Ya sé lo que es querer más. Yo inventé ese concepto. La cuestión es cuánto más" para que ella haga volar sus esperanzas con una sentencia definitiva "Quiero el cuento de hadas".

Cada cuál tendremos el nuestro, seguro. Pero el más apetecible es el que ha de contarnos el LABI: el descenso, vivos y vivas todos, de la cumbre de la pandemia. Comiendo perdices.