EGÚN reza el Diccionario Náutico Abreviado, los veleros antiguos solían tener en el palo mayor una cofa con un vigía (llamada también carajo en el argot marinero, aunque no está clara del todo esa acepción..), que, por estar sometido, en esas guardias, a todo tipo de inclemencias (frío, lluvia, nieve o viento), dio pie a la expresión mandar al carajo. En la navegación del pasado era un puesto generalmente usado como castigo.

Viene al caso esta nota náutica porque el papel atribuido al LABI lo evoca. Quienes están asignados a esta tarea parecen los supervisores de las cámaras de vigilancia de seguridad de la salud o ese quinto árbitro que otea el horizonte de un terreno de juego desde el VAR. No suben ahí arriba por las vistas, sino para atisbar los peligros que acechan, para tratar de adelantarse a los piratas, a las tormentas o, como es el caso, a la invasión de los ladrones de cuerpos, dicho sea con permiso del realizador Don Siegel, el director de la maravillosa película de ciencia ficción de ese mismo título. Le pido prestada la expresión porque los virus que nos rodean son justo eso: ladrones de cuerpos. O bien se los llevan para siempre en el carro de la muerte o bien alejan esos mismos cuerpos de nuestros besos y abrazos.

Hoy estamos pendientes de lo que digan los señores y señoras del LABI, de las instrucciones que den para que este cambio de año no nos lleve al naufragio. A la espera de noticias desde el palo mayor. ¿Qué nos dirán?, ¿qué podremos hacer y qué no?, ¿cuánta familia cabrá en nuestra mesa y cuánta amistad en nuestros encuentros? Esas son las preguntas que tienen en un vilo a quienes están, estamos, sanos. Los caídos en la desgracia vírica bastante tienen con sobrevivir y quienes levantan empalizadas en la primera línea de fuego (léase, la tropa sanitaria...) darían un nosequé para que todos fuésemos formalitos a la cuna. Y pronto, a ser posible. No quieren más guerra entre los heridos.

Creo recordar que fue Thomas Jefferson quien dijo que el precio de la libertad es la eterna vigilancia. No existía el covid en aquel lejano oeste (o no llegó noticia de que existiese...), pero quien fuera el tercer presidente de los Estados Unidos a principios del siglo XIX lanzó una advertencia que hoy coge fuerza. Existe la posibilidad de no hacerle caso al LABI, pero las consecuencias parecen terribles. Casi mejor jurar en hebreo y hacer lo que digan.