ESTÁ considerado este año de 2020 como un tiempo malhadado y duro de pelar en el que la supervivencia ya es, de por sí, todo un logro. Basta con superar las amenazas víricas y económicas, con salir del pozo y llegar a 2021 con la cabeza en alto y las ideas aún frescas. No son estos días momentos para jugársela pero tampoco suena bien escribir el término de rendición absoluta en el cuaderno de planes.

Ayer tomó la palabra el diputado general de Bizkaia, Unai Rementeria, para contarnos algo similar. Puso el acento en el centro de emprendimiento, para el que pretende levantar la persiana en 2022, cuando la sociedad confía en que la pandemia que aún colea con fuerza y fiereza haya menguado en sus estragos. No quiere decirse con esto que Bizkaia esté condenada a la parálisis sino que la guerra se libra en otros campos de batalla. Es lo justo y necesario y lo que espera la ciudadanía.

En el calendario de las ilusiones, eso sí, se pretende señalar una fecha en rojo sobre la que sembrar la simiente de la esperanza. La idea es dar con un Cabo Cañaveral desde el que se propicie el despegue. Cada cual buscará, supongo, su plataforma de lanzamiento y Bizkaia procurará surtirnos de espacios y de combustible. No será fácil, eso está claro. Pero lejos de lamernos las heridas -que las hay y de profunda gravedad en algunos casos- suena mejor alimentarse de ilusiones y de proyectos bien planteados. Las ideas siempre son más suculentas que las lamentaciones y las soluciones, aunque sea apenas en la categoría de posibles, despiertan una fuerza interior que evitan que caigamos en el pozo de la desesperación. Bizkaia, como acabamos de hoy, está dispuesta y arremangada. Hagámosla caso y sumemos toda la energía posible a nuestro territorio.