OS números son duros de pelar, dificultades complicadas de entender en estos días, donde se habla de la baja de contagios casi al tiempo que se comenta las dificultades de las aulas. Se sujeta la idea de mantener vigente el horario partido para los alumnos de Infantil y Primaria y el rechazo de implantar la jornada continua que hace unas semanas reclamaron numerosas familias y centros de enseñanza con el objetivo de "reducir riesgos" en la actual situación de pandemia. Vistas cada una de las realidades de hoy en día la única verdad tangible es que resulta difícil dar con la clave en estos días. Resulta complejo medir, a través de las cifras, cuál es la mejor postura de nuestros días, cuál es la solución para que todo funcione.

Hoy encaja a la perfección lo que nos dijo Albert Einstein y sobre aquella idea en la que se pensaba de una triste época en la que era más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio. Los prejuicios de hoy, como lo ven día a día, son tan insistentes como complicados de anular.

Digámoslo con claridad el quehacer nuestro de cada día. Sin saber qué hacer ni cómo basta con echar un vistazo a la realidad, tanto en la calle como en las aulas, descubrimos que lo más difícil de aprender en la vida es qué puente hay que cruzar y qué puente hay que quemar. No hay forma de dar con la forma para avanzar hacia la frontera que tanto se ansía: volver a los viejos tiempos.

Son justo ellos, los viejos tiempos, los que nos llaman como si fuesen una realidad que tenemos al alcance de nuestras manos, hoy en día tan cuidadas que casi nos obligan a sentarnos alrededor de un corro para confesarnos que somos hidroalcohólicos, de tanto frotarnos. No sabemos qué hacer ni cómo salir de este laberinto y uno ya comienza a cansarse de tanto quejarse, de tanto cuidarse, de tanto escuchar el salmo de la numeración con el que se reza en espera de dar con la puerta de salida. A ello se aspira y confiemos en ser capaces de dar con la tecla.