L gerundio y sus embates y exigencias. He ahí un tiempo verbal que marca la hora en punto, el presente más rabioso. El gerundio pesa un quintal y es el más certero cronista de la realidad en cuando a relojes se refiere. Hoy, por ejemplo, podemos escribir reflexionando que es un gerundio a las puertas de una jornada electoral que mañana dictará sentencia para el gobierno de Euskadi durante los próximos cuatro años.

Sobreviviendo, ese es el gerundio más de moda en las últimas horas. Los rebrotes del coronavirus han alterado los nervios de más de uno y de una, que ya se sentían aliviados de la espada de Damocles que intuían sobre su cabeza, esa misma que, alborotada, ha llevado a una legión -Euskadi es tierra de valientes (léase inconscientes en este caso...) y aquí se registra el mayor grado de desobediencias en cuanto al uso de las mascarillas...- a creerse inmunes. O peor aún, inmortales. Parece que no recuerdan, no recordamos, que la vida no es sino una continua sucesión de oportunidades para sobrevivir. Y, por contraste, de no hacerlo. De no salir a flote.

Cuídense, esa es la petición, mi ruego de la oración laica nuestra de cada día. Recuerden, de la mano del viejo Gabriel, que puedes ser solamente una persona para el mundo, pero para alguna persona tú eres el mundo. Cuídense aunque sea para otros. Hoy les escribo desde la felicidad de una primera comunión de un sobrino, Mikel, allá en la cercana Cantabria. A él le queda toda una vida por delante pero quienes en la familia han gastado más de lo que les resta me han advertido con todo su corazón. "Acuérdate de Ordizia", me dicen. No quieren aguarme la fiesta, de eso estoy seguro. Me quieren. Lo que me piden es que no baje la guardia. Saben que unos meses, aunque se hagan eternos, no son más que un puñadito de días. A cambio de sobrevivir.