PROVECHEMOS el don que nos brinda el calendario, lo que traducido al propósito del columnista, quiere decir que ayer mismo se conmemoró el décimo aniversario del fallecimiento de José Saramago, el célebre escritor portugués que firmó una novela tan contemporánea como ninguna en estos días: Ensayo sobre la ceguera.

La novela, les cuento o les recuerdo, según la hayan leído o no, narra una situación en la que todas las personas se ven afectadas por una enfermedad que no tiene ninguna explicación del porqué está ocurriendo; a medida que se desarrolla la historia los afectados comienzan a temer por sus vidas previniendo lo peor, esto hace plantear la siguiente pregunta: ¿qué pasaría si de repente te quedas ciego sin explicación? Esa es exactamente la pregunta que deben responderse los personajes, que comienzan a perder la visión y son privados de la libertad con el fin de encontrar una cura; los organismos de salud toman medidas para que los primeros afectados se mantengan en cuarentena, ya que se piensa estar ante la existencia de un virus o epidemia que provoca la ceguera, sin saber que toda la sociedad se descontrola cada día y la enfermedad se ha extendido más allá de las zonas de aislamiento.

Diez años después de la muerte de José resulta extraordinaria la clarividencia de quien no veía. Sin replicarse los casos que detalla el escritor luso, uno ve cómo las organizaciones sanitarias abogan por la cuarentena sin ver más allá, cómo la clase política, extracto de la sociedad, se ha descontrolado, y cómo la epidemia ha revelado los secretos de estado de más de un ciudadano o una ciudadana de mal fondo y no deja de pensar en el buen José y su capacidad para ver donde más difícil es fijar la mirada: dentro del ser humano. Lo puso fácil el calendario.