IDO prestada la frase a un astronauta -"Este es un pequeño paso para el hombre y un gran paso para la humanidad", ¿lo ubican, se acuerdan...?- y la idea de usarla hoy a una amiga, Gema. "Como esto siga así", dice, "pisar la calle va a ser como pisar la luna por primera vez". Gema es conductora de Bilbobus y todo cuadraba con la idea original: escribir una columna sobre la ciencia ficción. Su mirada me aporta un toque de nave espacial y su oficio, otro toque de actualidad. Bilbao ha reducido sus niveles de contaminación en un 45%, pero los cálculos apuntan hacia otra dirección: los supervivientes mirarán con aprensión a los transportes públicos por miedo al contagio y desenfundarán los vehículos privados.

Dar el primer paso. La ley ha reservado ese honor a los más pequeños, por mucho que sean los más proclives a la transmisión del coronavirus. Se trata de otra decisión extraterrestre y da la sensación de que se ha tomado antes para calmar la desesperación de los progenitores que el ansia de los menores. Al fin y al cabo, si no pueden quedar con sus amistades ni disfrutar de la exploración de los espacios libres (a según qué edades, florece un espíritu de doctor Livingstone o de Diana Fossey, de aventura exploradora...) tampoco arriendan la ganancia de esa libertad vigilada.

Vista la invasión de los virus mutantes, la aparición de un Bilbao de los aires puros y la aparición de la peligrosa infancia se deduce que la literatura de ciencia ficción es la crónica más fiel de nuestros tiempos y a veces también una guía premonitoria del futuro. No es algo menor. Y no es solo la Enterprise, Star wars o las tropas espaciales. Significa experimentar con la imaginación, responder preguntas que no tienen respuesta. Implica cosas muy profundas, que cada viaje es irreversible.