O, esta no es otra columna sobre el fin de agosto, el síndrome posvacacional y la eterna vuelta del descanso estival. Hay retornos tan importantes como salidas. Fíjense Aznar, que no se fue nunca de aquel PP que sigue lleno de antenas dirigidas a cada micrófono que ponían delante al de Valladolid. El mismo camino parece depararle a Unidas Podemos con este Iglesias que se fue tan discretamente de la política, con unos mediocres resultados en Madrid, sin performances, ni besos en la boca o lactancias en los escaños, que con tanta sencillez solo cabía pensar lo peor: como Aznar, cada vez que hable, subirá el pan en su partido. O en Moncloa.

La diferencia es que el partido de Iglesias no solo gobierna, sino que lo hace de forma subalterna, mal que le pese, con el PSOE. El que fuera vicepresidente se arranca hoy mismo como contertulio y analista político, aunque ya ha empezado a dejar sus meaditas en algún suplemento para marcar estrategia y territorio. Solo Sánchez sabe cuánto empezará a desvelarse desde que ponga la radio por la mañana y le salten los guantazos como las tostadas de la tostadora, se ejercite en la cinta de correr o al chófer oficial se le ocurra poner la radio. La bicefalia de verdad se estrena estos días con Yolanda Díez, la ministra adanista del diálogo y la empatía, Ione Belarra ejerciendo cierta presión e Iglesias rematando después de cada revista de prensa. Ocurre que mientras Aznar atizaba cada cierto tiempo, y básicamente a su partido, del que nunca desapareció porque ni quiso ni le dejaron, Iglesias lo hará cada mañana para ofrecer las claves y por la noche para los resúmenes diarios de lo que le pongan delante, mejor si es ración socialista. Sánchez se lo sacudió pero desde hoy lo tendrá a tiempo completo, urbi et orbe y sin límites. Ahora, pero de verdad, empieza el curso, Pedro se desvela y suben las audiencias.