DISCULPEN la frivolidad. Pero llevamos tantos meses dejándonos jirones de epidermis en esta actualidad escabrosa que casi no deja dormir que resulta muy difícil sustraerse a la tentación de soñar con un título para el Athletic, por intrascendente que sea esto del fútbol -que sí, que lo es-. El panorama sanitario y socioeconómico y el estado de ánimo que se respira en las calles de Bizkaia no son propicios para el lirismo. La perspectiva de más restricciones y el presente doloroso es muy real y hace tanto tiempo que dejamos de mirarnos con simpatía de un balcón a otro que siente uno que se arriesga a que le reprochen la estupidez de colgar en el propio la enseña del Athletic; pero, ¡qué puñetas! el lunes ya volveremos a ponernos circunspectos -esperemos que no el mismo domingo por la noche-. Lo soñado, disfrutado está. Aunque la ensoñación no nos saque de la espiral de preocupaciones, puede bastarnos que nos dé una tregua este fin de semana. Yo he desempolvado las banderas y me he planchado el estado de ánimo. Y, ocurra lo que ocurra, el lunes me he juramentado a buscar otra misión liviana, que no me ayude a desentrañar el sentido de la vida sino todo lo contrario: que me permita dedicar unos minutos cada día a intentar no desentrañarlo. Porque, de momento, cuando queremos tener sueños, tenemos que salir ya soñados desde casa.