DE la noche a la mañana, las estrategias de precampaña les han saltado por los aires a los partidos de la oposición. Se han cabreado con el lehendakari pero tengo para mí que las cuentas deberían pedírselas a Quim Torra, que ha dinamitado a su propio gobierno y, ante la ventana de oportunidad abierta con el templar de gaitas de su cita con Sánchez, la prudencia aconseja alejarse de la onda expansiva todo lo posible. Y, si Catalunya se maneja con la perspectiva de elecciones en mayo o junio, mejor no coincidir. Y si hay transferencias a punto de cerrarse en otoño próximo, mejor que no se dilaten por una campaña en esas fechas, aunque seguramente quienes más rendimiento electoral sacarían de esos acuerdos son los partidos del Gobierno vasco. En todo caso, las razones del cabreo de la oposición constituyen el catálogo de precampaña con el que se manejaban para desgastar al gabinete de Urkullu y calentar las urnas. A EH Bildu le indigna que se le caiga la batería de intervenciones parlamentarias sobre el resuelto caso De Miguel o la manoseada OPE de Osakidetza. Una actividad parlamentaria sin propuestas pero con mucha fanfarria. A Elkarrekin Podemos le coge con el pie cambiado y unas primarias para dilucidar su candidata sin margen para explotar los resultados de pacto de presupuestos. Y el PP tapa sus descosidos y las dudas de Génova sobre Alonso predicando el apocalipsis económico pese a que el comportamiento reciente y las previsiones de la economía vasca la sitúan mejor que la media española y europea. Por no haber, no va a haber ni tiempo para la primavera roja de ELA y LAB, que no se presentan a las elecciones pero sí.