SE está gestando una convocatoria electoral aunque no haya nadie que levante la mano para ser el padre. Después de que Felipe de Borbón hiciera caso de las encuestas que dicen que la ciudadanía no tiene más apetencia de urnas a vuelta de verano, ya no se ha vuelto a escuchar a nadie abogar por su convocatoria. Antes, sí. Antes, la CEOE ya defendió buscar en noviembre la estabilidad que no encuentra el gobierno mediante el diálogo. Pero ayer no se lo debió de decir a Pedro Sánchez porque no lo proyectó como resumen de su reunión con él. Los sindicatos fueron muy claros en sentido contrario. A diferencia de la confederación empresarial, que se pirra por un acuerdo PSOE-Ciudadanos que no será posible si no media otro vía crucis electoral, UGT y CC.OO. ejercieron de izquierda responsable tratando de contagiar algo a Sánchez e Iglesias. El presidente en funciones no ha dicho que quiera elecciones pero las ha puesto en un horizonte hacia el que se dirige con cierta insistencia, descartando salidas alternativas. Parece obvio que le han convencido de que va a seguir cotizando al alza e Iglesias, a la baja. En esas cuentas hay una renuncia a disputar terreno al tridente de la derecha. Como en su momento la hubo de ganarle el centro al PSOE por parte de Albert Rivera, que priorizó ser líder de la derecha nacionalconservadora. Entre tanto, se queman jornadas como si no hicieran falta acciones de gobierno. La inercia de dejar las cosas macerar cuesta tiempo del que no sobra a la economía ni a la ciudadanía. Nadie confiesa su disposición a llevar a término el tercer embarazo de urnas en seis meses pero podemos encontrarnos meciendo a la criatura en septiembre.