En la Corte, nadie suspira por el 21-A. Hace tanto ruido por aquí que las elecciones vascas pierden su eco. Sin el recurrente comodín de ETA, muchos argumentarios se quedan mudos, sobre todo entre la legión de amanuenses de la derecha. O, tal vez, porque parecen descontadas las consecuencias de la disputa más allá del propio resultado de las urnas. Nadie duda de un nuevo gobierno de coalición PNV-PSE con Imanol Pradales de lehendakari.

Ni siquiera toma cuerpo la tentación, por sutil que fuera, de preocuparse por la derivada que supondría para el Estado y su modelo territorial una mayoría identitaria del 70% de los escaños del Parlamento de Gasteiz. Las bravatas en asuntos de semejante rebeldía se asocian únicamente a Catalunya, objeto ahora de una renovada inquietud en los ámbitos madrileños que parecía olvidada.

No hay espacio para los cálculos maniqueos en estos comicios. Quizá porque no inquietan lo más mínimo en Madrid. Asemejan una balsa de aceite comparados con el desmedido estruendo de las histéricas comisiones de investigación, la pareja de Ayuso y las corruptelas del clan siciliano de Rubiales. En las previsiones de Pedro Sánchez, el primer examen de este carrusel electoral que se le avecina antes del verano no pasa de liviano.

Tampoco Feijóo perderá la compostura por quedarse prácticamente con los mismos escaños. Esta batalla de alto riesgo entre ambos se dirimirá en otras tierras. Principalmente en junio, a cara de perro y con repercusiones aseguradas.

Por si acaso, ante este primer entremés, el presidente se ha puesto de perfil. En la disputa encarnizada entre dos de sus apoyos parlamentarios prefiere pasar de puntillas. No hay motivos para la sobreexposición, pero en su fuero interno le encanta el desenlace que augura el CIS. Le evita el mínimo desgaste. Otro abrazo institucional con el nacionalismo le satisface plenamente porque modera su imagen pública, excepción hecha de la Puerta del Sol. Supondría un desprecio consiguiente a la izquierda abertzale a modo de recurrente protección, siquiera leve, ante esas persistentes denuncias de sus opositores acerca de su sometimiento a ese independentismo montaraz que quiere romper España.

Por tanto, las previsiones le encajan como un guante. Bien sabe Sánchez que EH Bildu no se echará al monte en el Congreso por el guiño socialista a su acérrimo rival. Ahora mismo, nada vale tanto como Iruñea para rentabilizar su envolvente estrategia.

Ninguno de los dos grandes partidos constitucionales se fustigará por los pírricos resultados que ya intuyen tratándose de unas autonómicas en la CAV. Mucho menos el PSE porque tiene asegurada su capacidad de decidir el signo de un gobierno desde el arranque de la campaña.

Así lo recordará Sánchez este sábado en suelo gasteiztarra. Mucho más que un premio de consolación, que para sí quisiera el PP en su ensoñación de que PNV y PSE no llegaran juntos a los 38 parlamentarios.