TRAS doce partidos consecutivos sin conocer la victoria, lamentable récord en los anales del histórico club bilbaino, esto comienza a tomar trazas de agonía, aunque no sé con qué acepción quedarme todavía. Si tirar por la angustia y congoja del moribundo, lo cual me parece una visión demasiado tremendista y prematura, o por la segunda vía que propone el diccionario que es... como diría, más sutil e intimista, pues convoca a la pena y a la aflicción extrema, pero tampoco procede.

De momento prefiero recurrir al catecismo de Jorge Valdano; a ese párrafo donde dice que el fútbol es lo más importante entre las cosas menos importantes, razonamiento sugerente y que ayuda a desdramatizar, salvo en su país, Argentina, que se lo pasan por el forro.

Igualmente estoy tentado a abrir el manual de primeros auxilios del hincha rojiblanco, donde con letras de fuego se advierte en modo jaculatorio que bastante mérito tiene el Athletic con haber estado siempre en la máxima categoría y compitiendo únicamente con jugadores de la tierra o asimilados. Lo malo que tiene invocar a las esencias es que así se empieza a preparar el tránsito al más allá, y ustedes me entienden.

Efectivamente, el equipo igual no está en situación de agonía, pero su desmoronamiento es paulatino e imparable, tanto que ha caído a puestos de descenso. Espabila el Leganés, que el pasado viernes derrotó al sorprendente Alavés. Espabila el Villarreal, que anoche superó al Betis poniendo fin a una racha de seis jornadas sin ganar (justo tras hacerlo en San Mamés, dicho sea de paso). No espabila el Athletic, cuyos jugadores sucumben al pánico en cuando atisban la posibilidad de la victoria (ocurrió en el Wanda Metropolitano y volvió a ocurrir ante el Getafe).

Y no puedo por menos que acordarme de aquel Atlético de Madrid que bajó a segunda en el 2000, cuatro años después de lograr el doblete (Liga y Copa) y con una plantilla cuajada de internacionales (y con Jesús Gil en plan desquicie habría que añadir). Así que cuidadito con argumentar que seguro que al menos hay tres peores, porque el Athletic ni pudo con el Rayo y tampoco con el Huesca, los dos que de momento están más abajo.

Ahora bien, ¿tiene el asunto remedio? Vaya que sí lo tiene, faltaría.

¿Es el remedio Eduardo Berizzo o la causa de la aflicción?

Hombre. La deriva se veía venir desde el pasado año con José Ángel Ziganda, constando que a este grupo que tuvo seis años estupendos le estaba llegando el declive. Sin embargo hace un año, cumplida la decimotercera jornada, el Athletic ocupaba el puesto dieciséis, a siete puntos del descenso. ¿Y saben quien era el último y con avaricia? Efectivamente, el Alavés, que en cuanto cambió al entrenador (Abelardo por De Biasi), subió como la espuma.

El famoso revulsivo surtió su efecto, aunque no siempre ocurre, y se emplea cuando pasan las jornadas, la capacidad de reacción de un equipo brilla por su ausencia, la afición se impacienta, el presidente entra en pánico y decide cortarle la cabeza al entrenador.

En el caso del Athletic, no aparece ni por asomo la capacidad de reacción, pero también es verdad que el socio asiste al derrumbe sin musitar apenas una protesta, con una asunción inquietante de la realidad, como si hubiera activado el manual de primeros auxilios. Y de Josu Urrutia ya se sabe lo reticente que es a tomar medidas drásticas, máxime cuando su mandato está a punto de expirar.

Y mira que de vísperas hubo buen rollo, con la renovación de Muniain y ese alarde de fidelidad infinita (realmente habría preferido una cláusula de rescisión de 1.000 millones de euros). Luego, en el partido, el navarro, un jugador con clase y diferente, se diluyó en la nada. El azar quiso que Raúl García y Balenziaga se lesionaran casi en el mismo instante. Berizzo volvió a descartar a Ganea, sustituto natural del lateral zurdo, y puso a Nolaskoain, autor del gol. Pero lo que parecía un pasadizo inesperado hacia el éxito otra vez acabó mal. Los nervios atacaron al colectivo e Iñigo Martínez perdió el sitio escorado al flanco izquierdo. Se quedó pasmado, sin reaccionar, cuando Mata apareció solo para empatar. Luego, en el último minuto, cometió otro penalti de libro sobre el delantero del Getafe que el árbitro y el VAR optaron por ignorar, evitando una ciclogénesis explosiva sobre San Mamés. Mata, elegante, escribió en Twitter: “Disculpad, Iberdrola, ¿saben si se fue la luz en Las Rozas (sede del VAR) esta mañana?”, adjuntando una foto de Iñigo abrazándole con pasión cuando se disponía a rematar.