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Anuncios de autor

a Pere Navarro le conocen, incluso a su madre, muchos ciudadanos, porque es el director general de la DGT, el atracador de las multas. A Jesús Huerta, casi nadie; pero preside la Sociedad Estatal de Loterías y Apuestas del Estado. A ambos lo que les deleita es promover anuncios impactantes y que se hable de ellos con admiración, quiero decir de sus inspiradores políticos. Y ya han presentado sus credenciales para esta Navidad. Uno se ha pasado diez municipios y otro se ha quedado corto en su aldea.

Tráfico ha regresado al tremendismo, vieja técnica basada en el temor y la realidad truculenta que tanto éxito alcanzó cuando el simplismo era más eficaz que el argumento racional. ¿Fue necesario al irrumpir el SIDA y en la primera época de las drogas duras? Quizás, pero con la reducción de víctimas en carretera, ¿a qué viene este paso atrás en el discurso institucional? Son cosas de don Pere y sus excesos narcisistas. Es una falta de respeto situar al conductor ante el dilema de ser quien vive o quien muere tras un siniestro provocado y se filtren mensajes tan frívolos como que “en un accidente de tráfico lo peor no es la muerte” o “hay quien, esperando lo peor, prefiere estar muerto”. Esto es populismo publicitario. ¿O es nostalgia? Madure, señor Navarro, la sociedad ha evolucionado y está a salvo de los trucos de los asustaviejas.

El nuevo anuncio de la lotería es un fiasco, un relato barroco sobre un vecino solitario y amargado, atrapado en el tiempo, que cambia de espíritu cuando comparte su décimo con una joven en el bar del mercado. Esto lo contó mucho mejor el calvo o el imaginario Justino. La gente compara y opta por las buenas historias de emociones. ¿No sabe Jesús Huerta que la lotería en Navidad se vende sola y que solo tenía que hacer un anuncio mágico? Qué desperdicio.