JUGADO el pasado viernes, parece que ya ha transcurrido un siglo, y aparenta una eternidad lo que falta para el siguiente partido, el domingo 21 de octubre, en Eibar, con dieciséis largos días de vigilia por delante esperando que el fútbol ofrezca al Athletic la revancha para resarcir a su desencantada hinchada. Con el parón provocado por la anterior ventana FIFA y el aplazamiento del encuentro frente al Rayo transcurrió todavía más tiempo. Diecinueve lánguidas jornadas entre el chasco que dejó la visita del Huesca (2-2) y la emocionante reconciliación frente al Real Madrid. La afición recobró la ilusión. Luego se mantuvo expectante tras el vibrante choque con el Betis y se tomó con cierta indulgencia el gazapo contra el Villarreal. El empate en el Camp Nou transmitió casta y la derrota ante la Real Sociedad bochorno, dejando al personal absolutamente desconcertado.
Tan verdad es que el Athletic plantó cara a dos de los equipos más poderosos del mundo como que frente a los otros cinco contrincantes mostró una vulgaridad alarmante, y en resumidas cuentas si el equipo no está ahora incrustado en la zona de descenso es porque tiene un gol de ventaja con respecto al Leganés.
Llegados a este punto cabe la tentación de mirar atrás, hace un año, con Ziganda a estas alturas de la temporada, y se comprueba que entonces aquel Athletic timorato estaba mejor, y sin embargo, pese a todo, las sensaciones que trasmite el equipo de Eduardo Berizzo son mucho más sugerentes. Al menos sale a ganar los partidos, desterrando los planteamientos cicateros de antaño. Hay otro estilo, es evidente, remembranzas de Marcelo Bielsa, pero todavía le falta pausa, orden, cuajo y concentración, y quizá le sobre osadía y precipitación (es el equipo más tarjeteado, y de largo, de toda la Primera División), y desde luego no se puede tolerar esos errores groseros que facilitaron la victoria txuri-urdin en San Mamés.
Como saben, la Real añadió a su proverbial alegría cada vez que gana al Athletic el prurito de haberlo logrado con un equipo muy mermado por las lesiones y el arrojo de nueve jugadores de la cantera, ponderando lo bien mamado que tienen sus chicos eso de la rivalidad y la importancia de llevarse el derbi. Las loas se centraron especialmente en Mikel Oyarzabal, el héroe que supo rechazar con gallardía las ardientes tentaciones del club rojiblanco. Se destaca su frialdad en el lanzamiento de los dos penaltis, los únicos tantos que ha marcado en lo que va de liga, y eso nos conduce a la cuestión clave: el gol, la esencia.
¿Habría sido Oyarzabal la panacea? Me temo que no (y menos a cambio de aquella millonada). ¿Lo es Iñaki Williams?, delantero centro vocacional según reconoce. Válgame el cielo que tampoco, y menos si Berizzo lo coloca sin espacios, incrustado en la poblada defensa que propuso la Real, dejando para los postres (tarde y mal) la opción de Aduriz, el único goleador reconocible, junto a Raúl García, y el Pichichi del equipo, el simpar Iker Muniain, el único que se salvó de la quema y a quien todavía no se le ha renovado, con la consiguiente intranquilidad y mosqueo que eso provoca dados los antecedentes. Y uno de esos antecedentes lo protagonizó Fernando Llorente, a quien Josu Urrutia no contempla, según dijo en su comparecencia pública del pasado miércoles, porque en su día el mocetón riojano rechazó una oferta “irrechazable”, con lo cual se deduce que el presidente en realidad se quedó corto (o sea, que no le metió la cabeza sanguinolenta de su caballo favorito entre las sábanas). Coñas aparte, Llorente, camino de los 34 años, tan solo había jugado 31 minutos en once partidos oficiales con el Tottenham antes de disputar los diez últimos frente al Barça el pasado miércoles, en la Champions, donde se mostró lento y sin recursos, razón por la cual Pochettino tampoco le pone en el equipo londinense y razón por la cual (fobias aparte) se descarta su eventual regreso. ¿Y qué otras alternativas hay?
Tan urgente es encontrar el Santo Grial futbolístico (el gol) como recuperar la ilusión, lo que da vida a este invento. ¿Acaso son mejores los jugadores del Alavés, sexto clasificado a dos puntos del líder, el Sevilla (otra sorpresa), que los del Athletic? Es seguro que sus jugadores cobran menos que los rojiblancos y también que ganaron al Real Madrid para delirio de su hinchada. Porque perder la esperanza, tan pronto, es lo último.