NO me ha decepcionado, sino todo lo contrario, la bizarra reacción de Mikel Oyarzabal a la oferta, concreta o no, supuesta o real, del Athletic aprovechando el torrente de millones dejado por Kepa Arrizabalaga en su fuga al Chelsea, el equipo de los señoritos del gran Londres y capricho del riquísimo oligarca ruso Roman Abramovich. Como en su anterior renovación con la Real Sociedad, hace dos años, el delantero eibartarra volvió a sobreactuar en el protocolario acto de la firma con la Real Sociedad. Puso fervor de novicio y proclamó a los cuatro vientos su pertenencia a la tribu y la renuncia a satán. “Estoy en el sitio que quiero estar, rodeado de la gente que quiero estar. No puedo pedir nada más”, afirmó Oyarzabal, que además hereda el emblemático número 10 de Xabi Prieto, el próximo One Club Man Award que concederá el Athletic, ¿no es cierto?
Las malas lenguas largan que Oyarzabal en puridad lo que se trae con Josu Urrutia es un travieso jueguecillo malabar gracias al cual el futbolista guipuzcoano se convierte en el jugador mejor pagado de la Real mientras el presidente rojiblanco toma cumplida venganza por el
despropósito de las cláusulas anti-Athletic. Y de paso se trincha de la risa con el enredo: Josu amaga con ficharle, Aperribay entra en pánico y resulta que el chico se hace de oro sin necesidad de cambiar de barrio.
Chanzas al margen, a quienes se preguntan por qué Oyarzabal ahora o antes Asier Illarramendi rechazan las suculentas ofertas del Athletic y se quedan en Donostia la respuesta parece sencilla y a la vez cargada de complejidad. Por un lado, la Real tiene el suficiente estatus económico para fidelizar a las figuras surgidas en su seno, sobre todo para no desnaturalizar definitivamente a un club que presume de cantera. Salvo que venga el Real Madrid, que entonces nadie pone el grito en el cielo. Pero si se va al Athletic me da que el jugador acaba marcado socialmente. Él y toda su familia.
-¡Mira!, por ahí pasa un primo segundo de Oyarzabal...
-¡Traidor!, ¡felón, más que felón...! ¡Vete al botxo con tu pariente...!
O sea, que me pongo en la piel de Mikel o de Asier y para evitar un panorama tan ingrato mejor le digo no al Athletic, que tampoco pierdo mucho ni deportiva ni económicamente, para qué nos vamos a engañar, y gano en salud mental. Pero si es el Manchester, entonces se saca la alfombra roja, como en Zinemaldia.
En el Athletic, en cambio, nada de eso sucede. Primero porque es muy raro que la Real fiche a un fino estilista rojiblanco, y segundo porque, si sale bueno y un equipo de campanillas viene con la cláusula, se marcha tan campante, soñando con la gloria deportiva y un contrato descomunal. No hace falta repasar la lista de los últimos desafectos a la causa. Recuerdo a Julen Guerrero cuan Ulises desoyendo los cánticos de sirena, o a Rafa Alkorta, a quien le empujaron muy a su pesar hacia el Bernabéu para tapar un cañón financiero. No sé si hubo muchos más haciendo gala de ese fervor novicio y poniendo el corazón.
Así que cuando escucho a Urrutia afirmar que “es muy difícil para un aficionado del Athletic comprender la decisión de Kepa” entiendo que es una pose, dada su condición de guardián de las esencias. Porque al chico ya se le vio sobradamente el plumero durante el pasado mercado invernal, tiempo en el que estuvo bien escondidito. Pese a la que estaba cayendo, ni asomó la boquita para espantar las atosigantes especulaciones, hasta que Zinedine Zidane dijo ¡basta!, se puso farruco ante Florentino y Arrizabalaga no tuvo otra que sacar la mejor de sus sonrisas y justificar la renovación.
En consecuencia, ¡honor y gloria al técnico francés!, pues gracias a su proverbial tozudez el Athletic tiene 80 millones de euros más y porteros de recambio con una pinta estupenda, comenzando por Remiro, que hoy debutará en La Catedral ante el Leganés. Otra cosa es disponer de mercado: ¿Ander Herrera? ¿Llorente? ¿Perdonaríamos su traición?
Mientras, el Athletic inicia hoy la liga con la ilusión renovada, consciente, y no es poco, de que será imposible hacerlo peor.