YO no dimito. Si quieres, échame”, transcendió ayer que dijo Julen Lopetegui a Luis Rubiales la mañana de autos. El presidente de la Federación, que es muy farruco, le tomó la palabra y vaya que sí le echó, y con cajas destempladas, mascando palabras vigorosas, como traición, lealtad, ¡principios! y dando al fútbol un tono de solemnidad tan inaudito que dejó pasmado al personal, que no podía creer tamaño espectáculo antes de rodar balón.
Pero alma de dios cómo iba a dimitir Lopetegui si justo lo tenía todo: al mando de una potente selección y un contrato de campanillas con el Real Madrid, el sueño dorado para cualquier entrenador.
El circo continuó al día siguiente, miércoles, cuando el técnico guipuzcoano fue presentado en el Santiago Bernabéu en una ceremonia de opereta en la que Florentino Pérez también se puso muy digno, hasta el punto de ver un contubernio contra el club blanco en el despido de Lopetegui.
Al amparo de su espléndido destino, el nuevo entrenador del Real Madrid tuvo la oportunidad de pasar en tan solo 24 horas del “día más triste de mi vida desde la muerte de mi madre” al “más feliz”, según confesó entre el alboroto de la hinchada que acompañó a Florentino para darle un tono de camorra al acto, y que le parta un rayo a la selección española.
Qué cosas hemos visto: el Madrid, el guardián de las esencias, ¡desestabilizando a España en vísperas de su titánica misión de conquistar Rusia!
Y a todo esto, ¿qué ha hecho Lopetegui para concitar tanto suspiro?
Es cierto que ganó un europeo sub’19, pero eso mismo también lo hizo el entrañable Luis de la Fuente y sin tanta alharaca. Cuando Ángel María Villar, que se estará partiendo de la risa, le llamó para dirigir a la selección española absoluta Lopetegui estaba negociando un contrato con el Wolverhampton, modesto equipo de la segunda división inglesa, tras ser despedido del Oporto por los malos resultados. Hombre, sí, la selección española se clasificó para el Mundial sin perder partido alguno, pero enfrente tuvo como rivales a Israel, Macedonia, Albania, Liechtenstein e Italia, nada del otro mundo desde luego, salvo los azurri, que tampoco estaban para nada, como corroboró después perdiendo en la repesca con Suecia.
Con esta hoja de servicios que poco dice y menos sugiere, es comprensible que Lopetegui se lanzara en plancha hacia la suculenta oferta del iluminado Florentino, obviando las consecuencias:
Si la selección española hace un buen papel en Rusia, el mérito será de los jugadores y de su circunstancial entrenador, Fernando Hierro. Pero si cae en el ridículo la lupa se pondrá sobre ese técnico sin escrúpulos, que dejó en la estacada a la roja por puro egoísmo personal.
No hace falta recordar que el hincha se pone muy cerril con estas cosas y tampoco hace falta recordarle al técnico que su llegada al Real Madrid ocurre dejando atrás un incendio y que no le pase nada si al menos no iguala las gestas de Zidane. Mucho me temo que su abrupto fichaje, a modo de capricho de un presidente megalómano, ha levantado tan agria controversia que ya le están esperando con la escopeta dispuesta al menor asomo de crisis.
Con Julen Lopetegui convertido en un personaje histórico, la selección española apenas ha sufrido con su ausencia, más bien al contrario. Frente a Portugal cuajó un partido bastante bueno, aunque marcado por el acierto de Ronaldo y otro error de bulto de David de Gea, quien ha recibido la solidaridad (qué remedio) de sus compañeros.
El Mundial de Rusia ya está en marcha y cargado de sorpresas. Con un seleccionador cesante, que además se hace el longui (yo no pensaba que...), y con todos los favoritos con el susto en el cuerpo al primer contacto. México fue mejor que el mismísimo campeón, una Alemania francamente desconocida. Y qué me dicen de Messi, desorientado y rodeado por una cuadrilla tan vulgar. Francia se convierte en la única potencia que gana, pero a un rival como Australia y con la ayuda decisiva del VAR. Y Brasil, con Neymar llamando la atención tan solo por su pelo fashion, parado en seco por la ruda Suiza. Esto pinta..