CON indescriptible candidez, se incurría una y otra vez en la manida metáfora del choque de trenes. Si ya hace tiempo sevio, como poco, la desproporción en el tamaño y la potencia de cada convoy, ahora acaba de quedar muy claro que lo que falla es la comparación. Lo que el soberanismo catalán tiene enfrente es un muro que, por lo menos hasta la fecha, se ha demostrado infranqueable. El unionismo españolha salido victorioso en prácticamente cada envite. Incluso cuando hapalmado alguno, como fue tener que tragarse las urnas que persiguió condenuedo, la reacción se tradujo (literalmente)en una soberana paliza.Anoto aquí al margen que la somantadel 1 de octubre fue lo más parecido auna fuente de legitimación internacional.Consistió en unas horas defotos y vídeos corriendo por ahí, cuatroosados dirigentes de segunda filaexpresando su protesta y, tristemente,no mucho más. La Europa oficial yel resto de cortadores planetarios delbacalao corrieron a hacer piña conlos que habían mandado a repartir.Ídem de lienzo cuando empezó la primerarazzia de encarcelamientos yfugas para evitar dar con los huesosen la trena.
Ahora que ha llegado la segunda fasede la operación represora cabe, porsupuesto, la denuncia más contundente.En los medios a los que unotenga acceso, en la calle, en las redessociales. A grito pelado, con insistencia,sin desmayo. Completamente deacuerdo. Pero inmediatamente despuésde la protesta ?o, mejor, al mismotiempo? procede asumir de unavez que no basta con tener toda larazón o la mayor parte. Esta batallano solo es cuestión de Justicia. Tambiénde realismo.