LA insistencia de los ingleses contra Pierre Cambronne en la batalla de Waterloo era tremenda. Tanta que el general francés respondió con un sonoro y sucinto “¡Merde!” a esa propuesta de rendición. El mismo ¡Merde! insurrecto que han gritado desde Muxika, Gernika, Ibarrangelu y el área de Mungialdea a lo largo del día de ayer, cuando toda la ciudadanía se arremangó para hacer frente al agua y sus estragos, al barro que trajo consigo. Es bien sabido que todos los seres humanos estamos hechos del mismo barro, pero no todas las personas están hechas en el mismo molde y en estas tierras se han vivido escenas de miedo y valentía, ambos sentimientos legítimos y comprensibles cuando la naturaleza se desata de forma tan bravía.

Los testigos de lo sucedido no paraban de repetir ayer aquello del ¡qué noche la de aquel jueves!, siendo conscientes de que la catástrofe, que lo fue, claro que lo fue, estuvo a un paso de pasar a mayores. Con agua hasta la cintura vivieron la escena algunos ciudadanos y con agua al cuello se sentirán algunos cuando recuenten las pérdidas.