DÉCADAS de contaminación, de vertidos de residuos orgánicos (pis y caquitas, ya saben. Incluso Blas de Otero escribió aquellos versos que decían “junto al Nervión, un hombre está meando”, como si hacerlo fuese una fuente de inspiración y no una imitación de esa otra fuente, más conocida: el Manneken Pis, de Bruselas, la estatuilla de un niño meando...) no pueden borrarse de la faz de las aguas en un santiamén.

En política ocurren alguna que otra vez casos así: la limpieza de las ideas en ocasiones se contrarresta con los errores del hombre. Pensar que tantos años de suciedad iban a sortearse con un par de décadas escasas de aseos es una ilusión. La ciencia acaba de certificar lo que ya sabía la inmensa mayoría del pueblo: allá donde las fábricas y los roedores hicieron sus necesidades a lo largo de tanto tiempo siempre habrá huella indeleble, casi tan difícil de borrar como las huellas digitales.

¿Quiere decirse con esto que hay que rendirse a un destino aciago...? No, claro que no. Es importante la tenacidad en las labores de limpieza, que en casos así acostumbra a dar sus frutos a cámara lenta. Esa es la esperanza: que nuestros descendientes puedan darse un baño libre de miedos. Y si no fuese posible, váyase a saber por qué, sería bueno recordar que rendirse es de cobardes, es cierto; pero que rendirse por completo y enfrentar las consecuencias, eso es de valientes.

Quienes trabajan en estas labores de saneamiento saben, faltaría más, que no son suficiente un puñado de chorretones de Míster Propper. ¿Qué pasó entonces...? La explicación más plausible recurre a ese viejo fenómeno de los desiertos: el espejismo. Fue tanta la ganancia, han sido tan grandes las mejoras en la calidad de las aguas que acabamos por ver lo que aún no era: una limpieza de quirófano. De acuerdo, quizás escrito así, suene exagerado. Pero sí que llegamos a pensar que estas aguas, donde ya hay vida marítima, estaban cien por cien depuradas. Ahora se ve que no.

El Ayuntamiento, acosado y acusado en el curioso caso de los bañistas intoxicados, encargó un análisis exhaustivo de las aguas. La conclusión es la esperada, visto lo visto en el Bilbao Triathlon: más limpias sí, pero no del todo. Aferrados al mandato al que se le conmina, los gestores de la ciudad buscan el mayor bienestar posible de los ciudadanos. No quieren restarles un gramo de su libre albedrí,o pero les advierte de que un uso incorrecto de este puede tener consecuencias.