desde hace unos años, tantos como los transcurridos desde que estallara la última crisis, vamos un poco a ciegas, sufriendo aún, por un lado, las escandalosas e indignantes tropelías del pasado pero sin que se vea, más allá de algún leve resplandor, que ese trágico pasado puede quedar contrapesado por la promesa de un futuro mejor. No obstante, hay alguna excepción, como el recién creado Goierri Valley, cuyos protagonistas parecen seguir lo que Max Weber señalaba hace ahora un siglo en Munich: “Es completamente cierto, y así lo prueba la Historia, que en este mundo no se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible una y otra vez”.

Esta última semana es un ejemplo de ello con la quiebra del Banco Popular o la sentencia del Tribunal Constitucional sobre la amnistía fiscal del ministro Cristóbal Montoro en 2012. Hay una lógica indignación de ida y vuelta, provocada por el empobrecimiento de miles de pequeños accionistas del banco, muchos de ellos empleados de la entidad que ven peligrar su trabajo y tendrán que hacer frente a los créditos que solicitaron hace un año para comprar acciones que hoy son papel mojado, que ven como la pestilente imagen de otros miles de corruptos están protegidos por una amnistía ilegal, injusta e inconstitucional.

Resulta difícil abstraerse a la idea de seguir escribiendo sobre el banco quebrado o sobre el ministro irresponsable, pero el futuro no se escribe criticando el pasado (por muy reciente y vejatorio que sea) sino apoyando proyectos e iniciativas de personas dispuestas a colaborar mutuamente y compartir sus conocimientos. Y este es, en esencia, el eje central del acuerdo suscrito esta semana por 33 empresas de la comarca guipuzcoana del Goierri para crear una nueva asociación que “garantice la competitividad industrial” y sirva para “liderar la transformación industrial de la comarca a través de la colaboración”.

GOIERRI VALLEY No es momento ni lugar de entrar en los datos objetivos o señalar los nombres de las empresas que han constituido la alianza Goierri Valley. Lo destacable, en mi opinión, reside en su filosofía: no se trata de que cada empresa elabore y venda por su cuenta sus productos, sino en que las personas que trabajan en sociedades diversas de niveles y dimensiones diferentes unen interiormente o, si se me permite la expresión, deciden trabajar unidas espiritualmente.

Dicho con las palabras de José Luis Pérez, máximo responsable de la alianza, “Goierri Valley es una suma de conocimiento compartido” que permite “aglutinar una extensa gama de productos y abordar proyectos importantes que muchas empresas solas no podrían asumir”. Enfatizo en esa “suma de conocimiento compartido” porque es la única estrategia que garantiza la competitividad de las empresas en un mercado mundial globalizado y excedentario de productos sin valor añadido.

En este contexto, quiero recordar la Propuesta de Estatuto Político de la Comunidad de Euskadi aprobada en 2001 y presentada en Madrid en su día (25 de octubre de 2003) por el entonces lehendakari, Juan José Ibarretxe, cuyo texto recogía, como uno de sus principales objetivos acceder y consolidar la “sociedad del conocimiento”.

No es baladí aspirar al conocimiento, como tampoco lo es tratar de conseguir lo posible. En la actualidad, la propuesta de la sociedad del conocimiento tiene continuidad y eficacia en la Estrategia Basque Industry 4.0, impulsada por el Gobierno de Iñigo Urkullu y la consejera de Desarrollo Económico e Infraestructuras, Arantxa Tapia, que se conoce como la cuarta revolución industrial, tal y como fue bautizada en 2011 en la Feria de Hannover, cuando el concepto de la manufactura inteligente y la digitalización de los procesos productivos encontró acomodo en el término Industry 4.0.

Podíamos seguir hablando de esta iniciativa y otras similares, pero el espacio no da para más, salvo para indicar que este acceso al conocimiento debe ir acompañado por la creación de empleo digno y bien remunerado, para evitar que el conocimiento de nuestros jóvenes salga fuera de Euskadi y provoque, por ejemplo, que hacen falta más trabajadores formados en el campo de la informática para poder cubrir las necesidades del mercado. “No tenemos suficientes profesionales para poder incorporar”, dijo José Echezarra, presidente de Gaia. Pues?, ya saben la solución.