A título personal es la fórmula de salvaguarda de las grandes firmas y siglas y multinacionales de gestión de lo público, que suelen estar compuestas por seres humanos y personas. Cuando la cuestión ya no es tan cosa de todos, las siglas niegan con la cabeza -¿el gesto de lenguaje no verbal más universal?- aunque la cúpula pueda admitir un par de emisarios que aparezcan más bien visibles tras la pancarta, pero con sus nombres y apellidos por toda identificación, sin necesidad de acompañar su apoyo con una pregunta parlamentaria, una moción municipal o, mirusté, una proposición no de ley, a sabiendas de que han ido a brindar al sol.
Hemos quedado entonces en que una cosa es titular en contra de la vulneración de los derechos humanos, sin mirar los de quién, y otra bien distinta entrar en la redacción del lead de la noticia, a saber: qué va a pasar con la banda; a quién de todo el colectivo; cómo se organiza entre oficiales y otras vías; cuándo, en el sentido de después de qué; dónde, en el ámbito de que existe una frontera entre países y, cielo santo, por qué, si es que hay quien quiere poner en duda que la mayoría está pensando en la convivencia y la paz.
A título individual es posible acudir a la convocatoria sin necesidad de entrar en detalles y aunque la respuesta en bloque sea un no. Nombre y apellido, lo que permite desfilar tras la causa sin dejar constancia de la numeración que consta en el DNI. Bajo mi responsabilidad exclusiva les hablo por mi cuenta y riesgo de que mi presencia bien podría entenderse para justificar una parte del tanto por ciento de lo que nos trae hasta aquí, pero no de todo lo que nos vuelve a sacar a la calle. A favor, sí, pero hasta el punto determinado en que del resto tengo que situarme al margen y mucho más la colectividad a la que suelo representar.
Antes ha habido soluciones personales. El nunca sospechoso José María Aznar es el único jefe de gobierno que se ha saltado la norma de cárceles para dentro del último cuarto de siglo y pico. Medidas favorables a presos de ETA, de acercamiento de condenados inclusive con delitos de sangre. Eso ocurrió una sola vez, durante uno de los periodos de tregua. Y si se aplicó no hubo esmero alguno en hacer que la medida coincidiera con semanas ni meses sin atentados, se estaba más bien por demostrar todo lo flexible y dinámico que un Estado de Derecho puede devenir llegado el caso, cuando la realidad social tampoco acompaña.