Parece que la Comisión Europea no tiene otra cosa mejor que hacer. Recurre a la discrepancia y señala que no se cumplirán las previsiones económicas de Rajoy para este año en curso y para el siguiente. En ambos ejercicios, según el comisario Pierre Moscovici, se incumplirán los objetivos de déficit público que dejarán un agujero del 4,7% en 2015 (5 décimas más que las previsiones de La Moncloa) y del 3,6% en 2016 (por debajo del 3%) para 2016. Tampoco hay coincidencia respecto al crecimiento del PIB porque, en cálculos de Bruselas, serán peores que los anunciados por Madrid, al tiempo que los datos estadísticos de otros países de la UE ponen en entredicho esas triunfalistas afirmaciones que señalan a España como el país que más crece en Europa.
Para evitar que la sangría mediática desprestigie el argumentario gubernamental, el ministro Luis de Guindos ha salido a la palestra tratando de minimizar ese medio punto de divergencia entre las estimaciones previstas por Bruselas y el Ejecutivo español señalando que “no es muy importante ni especialmente relevante”, mostrándose convencido que, al final, las cifras “serán las del Gobierno español”. Declaraciones que son absolutamente lógicas porque, como el propio ministro ha reconocido, estamos en una época “más sensible”, por la proximidad de las elecciones generales.
Bien, hasta aquí la escenificación del desacuerdo en los cálculos de unos y otros. Una controversia tan estéril como artificial porque las diferencias no obedecen a distintos objetivos. En realidad se trata de la estrategia del ‘toma y daca’. Es decir, un sistema de colaboración recíproca entre dos partes que aparentan discrepar, cuando en realidad se alimentan mutuamente. Así, cuando Pierre Moscovici señala la necesidad de ajustar el Presupuesto al déficit exigido está dando argumentos para que Luis de Guindos asegure que “no hay que diseñar nuevos recortes”. Sin embargo, para ambos, el déficit público y el PIB forman parte de su ADN ideológico, pero se alejan de aquellos aspectos que realmente interesan a la sociedad.
Economía real En efecto, no debemos dejarnos llevar por los cantos de sirena que apelan al manido déficit público como la panacea para salir de la crisis. Menos mal que ahí está el sarcástico Rajoy para ponernos en guardia al adoptar una postura más dura de la habitual a la hora de advertir a la Comisión Europea que “al pueblo español no se le pueden dar muchas lecciones” en el control del déficit público. No deja de ser curioso escuchar esto del responsable de una legislatura de promesas incumplidas, recortes sociales y subidas en los impuestos. Cuatro años dando ‘lecciones de austeridad’ y apelando a las directrices europeas, tal y como volverá a hacerlo si sigue en La Moncloa.
Como se puede comprobar, en este ‘toma y daca’ ni Madrid ni Bruselas señalan, por ejemplo, que los salarios españoles subieron en 2014 un 0,65% respecto al ejercicio anterior, según el INE. Naturalmente, se trata de un porcentaje medio para todo el tejido laboral, porque las mujeres y los jóvenes han visto disminuir sus ingresos, al igual que ha ocurrido con empleos precarios o parciales. Otro dato importante, pero silenciado por los responsables políticos, afecta a más de 3 millones de personas que tienen un salario bruto por debajo de los 1.000 euros mensuales.
Con estas cifras en la mano ¿qué necesidad hay de saber a quién le asiste la razón en la controversia sobre las previsiones del déficit público y el PIB? El debate suena a chiste de mal gusto cuando cotejamos los salarios de los trabajadores con los beneficios de las principales empresas españolas. Sencillamente, da vergüenza ajena señalar como las grandes compañías que cotizan en bolsa han visto como en 2014 sus beneficios aumentaban un 64% respecto a 2013.
Ya ven, Madrid y Bruselas ponen énfasis en el déficit y el PIB, mientras olvidan la justicia social.