SI no les gustan... ¡estoy dispuesto a cambiarlos!”. Atribuida a Groucho Marx, esta frase resume muy bien el protocolo mediático del poder financiero, político y/o empresarial, capaz de defender una teoría y hacer la contraria con la diferencia de no estar acompañada por el sarcasmo que caracterizó al humorista y escritor estadounidense, sino por la arrogancia propia y el desprecio hacia la opinión pública, como muy bien puede apreciarse en la declaración institucional de la Asociación Española de Banca (AEB) y la CECA en la que advierten de “riesgos para la estabilidad financiera” si gana el independentismo, en cuyo caso, señalan, se plantearán su presencia en Cataluña.

Así pues, el elefante financiero ha entrado esta semana con estruendo en la cacharrería electoral y lo hace con tendencia sesgada y amenazante para unos, así como patriótica y complaciente con el benefactor de las ayudas públicas y prebendas que han permitido al sector bancario español salir del agujero negro de la deuda. No se trata de valorar el contenido de la declaración y su mayor o menor acierto en las predicciones, sino de estimar el cuándo y por qué hacen pública una declaración de esta naturaleza y el énfasis que ponen los teóricamente favorecidos por la misma.

Es legítimo defender un negocio y denunciar aquello que lo pone en peligro, como puede ser la salida de la Unión Europea y de la zona euro. Otra cosa es llevar implícito un mensaje catastrofista con tintes patrioteros, pero también modificable si así lo exige un escenario variable para los intereses políticos o financieros. ¿Por qué la banca se pronuncia ahora? Esta es la interrogante esencial. Observando otros precedentes y la variabilidad de los principios empresariales, ¿qué credibilidad merecen algunas de las entidades firmantes (BBVA y La Caixa) que, dicho sea de paso, están en el ojo del huracán por el cobro de comisiones en sus cajeros? Da la impresión de querer ser complacientes al tiempo que maquillan su imagen.

ANTECEDENTES. Recuerdo, por ejemplo, el revuelo mediático en febrero de 2014 cuando el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, arremetió contra la política energética del Gobierno español, asegurando que la compañía eléctrica reduciría las inversiones en España e irían destinadas principalmente a los países que disfruten de una regulación predecible y estable. “En estos momentos somos más británicos, estadounidenses y mexicanos que españoles”, manifestó Galán. Un curioso cambio de nacionalidad.

También los gobiernos cambian de principios u objetivos. En marzo de 2013, el Ministerio de Industria y Energía presionó a las consultoras Roland Berger y Boston Consulting Group (BCG) para que sus informes sobre los costes de inversión de las instalaciones renovables justificasen el recorte de 3.000 millones de euros. Incluso amenazó a ambas firmas con no abonar sus honorarios si no adaptaban sus cálculos y metodología a los parámetros que les presentó Industria y que finalmente sirvieron de base para ejecutar el citado recorte. Eso se llama manipulación.

Como ven, tenemos ‘valores patrióticos’ en función de ‘principios variables’ . La banca dice defender a las familias, la inversión y la generación de empleo, pero no dice que Cataluña representa el 25% del negocio del BBVA y La Caixa. Es decir, ambas entidades serían las más perjudicadas si abandonan esos lares. Tampoco se dice que el PIB español se nutre en un 19% de la economía catalana. Por tanto, España sufriría un serio quebranto interno y descrédito en el exterior. No se sabe si quienes amenazan lo hacen para meter el miedo en el cuerpo o porque son ellos los temerosos.

En cualquier caso, la declaración bancaria, inoportuna y acomodaticia, puede causar más daño a los intereses patrióticos por la hipocresía complaciente de sus augurios que por la presunta honestidad de defender sus propios intereses. El artificio de la declaración bancaria puede generar el efecto contrario al deseado. Quienes manejan los hilos financieros no quieren incertidumbre y apelan a la justicia (legalidad vigente). Cuidado, no ocurra como dejó dicho Cicerón: “Summum ius summa iniuria”; La extrema justicia es injusticia extrema.