LA obra de Rafael Ruiz Balerdi (Donostia, 1934-Altea, Alicante, 1992), uno de los grandes pintores abstracto-líricos del Estado, vuelve a exponerse en la Sala Menchu Gal, de la mano selectiva de la comisaria María José Aranzasti. Veinticinco óleos y tizas, así como 40 dibujos de diversas épocas, vienen a confirmar el alto poder de calidad, belleza plástica y lírica que posee gran parte de la producción de este artista, admirador y amigo del escultor Eduardo Chillida, miembro del Grupo Gaur (1966), y que todavía no ha alcanzado el debido reconocimiento estatal e internacional que merece su obra. Con anterioridad, en la misma sala se han expuesto también obras de Eduardo Chillida, Jorge Oteiza, Remigio Mendiburu, Néstor Basterretxea y Amable Arias.
Tras un breve periodo inicial en que Balerdi realiza una serie de retratos familiares, algunos bodegones y composiciones objetuales postcubistas, comienza, junto con el también pintor Sistiaga, a realizar pinturas abstracto-líricas en la década de los 60, en las que el gesto, la mancha, y la acción rápida, reiterativa, e introspectiva, producía una pintura que rompía con los cánones postcubistas que primaban en el panorama del País Vasco y del estado español. Balerdi había bebido con anterioridad en las vanguardias parisinas y europeas, había comprobado, a diferencia de otros pintores estatales (Saura, Millares, Canogar) que cabía realizar otras propuestas pictóricas más radicales y esencialistas: pintura abstracto-lírica, o a lo más con referencias paradigmáticas a los grandes paisajistas europeos: Impre y Postimpresionistas.
La experiencia era vital e intransferible, personal y única. Y comenzó el proceso introspectivo en sí mismo, que como en el resto de sus compañeros del Grupo Gaur, se trataba de un proceso autodidacta, eso sí, con buena información y bibliotecas, que se complementaban con visitas a las mejores pinacotecas y museos de Europa. Así lo prueban sus estancias en París, Madrid, y en otras ciudades españolas, donde el pintor recaló y vivió sus experiencias junto a José Mª Ortiz, otro pintor al que se le ha hecho muy poco caso.
Arena III, (60) y, Azul, verde y amarillo o Gernika I (64), son el exponente de este momento abstracto y gestual, con el que el autor comienza su camino, hacia obras como Cardenal I (67), en la que juega con rojos y granates, hasta trazar tres espléndidos paisajes, al borde de la abstracción, y que son de los mejor que hay en la muestra. Los jardines de Monet están en la sintaxis y el pensamiento del autor, como él mismo lo indicaba. Altea (90), y S.T. (91), son sus títulos. Y son verdaderamente obras maestras.
Y llegó su momento experimental y creativo con las tizas y las ceras, tras su viaje a China. Unas veces con unos trazos puntillistas, como esos tres soberbios Pasteles del Museo de Bilbao, y otras, más sueltos y manchistas como los pertenecientes a la Galería Altxerri. Paisajes más orientalizantes los primeros, más salvajes y experimentales los segundos. Excelentes son también las grandes telas pertenecientes a la Fundación Kutxa.
En seis vitrinas se han colocado además 40 dibujos a lápiz, bolígrafo y rotring, en los que Balerdi traza rápidos y sugerentes autorretratos y retratos de Amable, Oteiza, Jacqueline, joven, señora, así como figuras y paisajes de París, y se advierte el juego con autores como Leger, Holbein, Velázquez y otros autores. Esa vuelta al dibujo, y a la figuración, tanto Balerdi, como Zumeta y Ameztoy, se produjo tras la gran exposición de Bacon en Madrid, tras la que estos autores repensaron muchas cosas.