Las pasadas elecciones de Bosnia Herzegovina han evidenciado una de las infinitas incongruencias que caracteriza la política balcánica : mientras los turcos del país miran con orgullo y esperanza a Turquía, Ankara les dedica muy poco más que buenas palabras.
A Ankara le sobran razones para no implicarse en Bosnia y le falta dinero para hacer más que reconstruir mezquitas, madrasas (escuelas coránicas) y algunos puentes. Y es que no sólo son cristianas dos de las tres etnias constitucionales de Bosnia, sino que las intransigencias raciales, la corrupción y la incompetencia administrativa del país no invitan a grandes compromisos. Y, además, económicamente toso los Estados que formaron Yugoslavia están en la esfera de influencia económica austriaca. Para los empresarios turcos Bosnia es un mercado poco atractivo, por pequeño y de gran riesgo. Y ello se ve en los balances: desde 1994 y hasta el 2012 Austria ha invertido 1.300 millones de euros en Bosnia en tanto que el empresariado turco no arriesgo en ese mismo plazo más de 150 millones.
Para mayor ironía político-económica, el socio económico más importante de Bosnia es la católica Croacia (el intercambio comercial entre los dos países ascendió en 2012 a cerca de 1,500 millones de euros) y la minoría croata de Bosnia vincula su política nacional al tema religioso hasta límites de radicalismo total.
En honor a la verdad, hay que decir que la ínfima actividad económica turca en Bosnia también está marcada por criterios de discriminación étnica. Así, por ejemplo, de las 25 filiales del banco turco Ziraat abiertas en Bosnia, sólo una está emplazada en la ortodoxa Srpska. Claro que la otra cara de la moneda es esta misma Srpska, donde la inmensa mayoría de las inversiones extranjeras son rusas y se concentran casi exclusivamente en la Bosnia ortodoxa y pasionalmente rusófila.
Pero pasiones y discriminaciones aparte, quizá el mayor problema de los vínculos de Ankara con la Bosnia musulmana sea la desidia diplomática del actual gobierno turco. Por rutina, comodidad o desidia, el Gobierno de Erdogan sigue apostando en la Bosnia turca por la opción política de Izetbegovic, el antiguo presidente que desempeñó un papel muy opaco y discutido antes y durante las guerras yugoslavas. Es un apoyo que buena parte de la opinión pública islamobosnia no le perdona a Erdogan.