desde hace siete años la economía occidental vive embotellada en una crisis interminable. Ha sido un septenio muy duro para todos, especialmente en la demanda y oferta del mercado laboral que ha sufrido el cierre de miles de empresas y la destrucción de millones de puestos de trabajo, sumiendo a muchas familias en el pozo sin fondo de la pobreza como damnificados de una especulación financiera sin límites.

Estimo necesario anteponer esta realidad social a la hora de comentar las últimas reflexiones que el presidente de Confebask, Miguel Ángel Lujua, ha dejado en su blog en las que se pone de manifiesto la creciente dicotomía que se proyecta entre el corporativismo patronal y el sindical que, mucho me temo, quizás sea superior a la que realmente existe entre empresarios y trabajadores. Después de todo, no siempre es un buen invento el corporativismo si éste se entiende como la ciudadela defensiva donde se refugian los gestores o representantes de esas corporaciones.

En demasiadas ocasiones, quien representa a una corporación plantea problemas y reivindicaciones buscando el beneplácito y aplauso de sus representados, en detrimento de un contexto en el que, necesariamente, han de convivir con coherencia tres factores esenciales de la economía occidental: finanzas: empresas y empleo, que deben ser coordinados de forma armónica y no por separado. Así, Lujua pide más ayudas públicas: “La economía productiva, la economía real, la industria deben recibir el estímulo necesario para poder reflotar el maltrecho barco en el que navegan. De otro modo no habrá verdadera reactivación” y, si esto no es así, pone sobre la mesa la amenaza: “Nuestra industria revela signos de debilidad y riesgos de recesión que deberían seriamente inquietarnos”.

RESPONSABILIDAD EMPRESARIAL Dicho en otras palabras, el presidente de la patronal vasca no parece satisfecho con las reformas laborales y fiscales que se han tomado hasta la fecha, cuya enumeración haría interminable este artículo. Parece que su única responsabilidad reside en pedir más ayudas públicas como condición para cumplir con sus previsiones de crecimiento (1,2%) y de creación de empleo neto en la economía vasca (10.000 puestos de trabajo). ¿Significa eso que sin ayudas públicas no habrá crecimiento ni creación de empleo?

Las reivindicaciones de Lujua son legítimas y hasta necesarias. No obstante, su postura suena a una visión unilateral de la realidad en la que hay otras cosas más urgentes que sus reivindicaciones. Me recuerda el origen de las ‘orejas de burro’ como símbolo de la pedantería humana, tal como señala un relato mítico en el que el rey Midas (el mismo que quiso convertir en oro todo lo que tocaba con sus manos) fue el único en opinar que la melodía de la flauta de Pan era mejor que la armonía de la lira de Apolo, después de que ambos interpretaran su música en un concurso para decidir qué instrumento era el mejor. Por ello, fue castigado a llevar unas orejas de burro.

La economía, como instrumento para el progreso y el bienestar social, no se puede utilizar como una flauta porque solo emite un sonido tras otro sucesivamente. Es algo más complejo. Se trata de interpretar una música en la que se armonicen los derechos y obligaciones de toda la ciudadanía en su conjunto, bajo un principio conceptual de equidad y justicia.

Después de siete años de crisis y sus dramáticas consecuencias, el presidente de Confebask debe ser consciente de la existencia, en la gestión del dinero público, de otros objetivos más urgentes que los suyos como empresario. Objetivos como la educación, la sanidad, la dependencia y las ayudas a los más necesitados.

Dejemos de tocar la flauta de Pan y aprendamos a usar la lira de Apolo.