Catalunya endavant! Aurrera!
LAS últimas noticias sobre Jordi Pujol me han dado mucha pena. Al confesar malas prácticas en la gestión de su patrimonio, precisamente en un momento plagado de informaciones de corrupción de su familia, acababa con el prestigio de una larga carrera política que le supuso incluso cárcel en los años 60. Una lástima que terminara así quien fuera en 1974 fundador de Convergència y president durante veintitrés años.
El Gobierno de Artur Mas reaccionó bien e inmediatamente al obligarle a renunciar a su sueldo y oficina de expresident, a sus títulos honoríficos de Molt Honorable Senyor o a la Medalla de Oro de Catalunya. El conseller de Presidencia Francesc Homs lo explicaba muy gráficamente diciendo que había que impedir un trato de honorable a quien no había actuado como tal.
Son muchas las interpretaciones que se dan estos días en Catalunya. Quienes le mitifican achacan toda la responsabilidad a su esposa e hijos. Otras insisten en el juego sucio por parte del Estado español, tal como intentaron con Mas -todo se paró cuando amenazó al periódico que lo publicó con acciones legales-. Sin embargo, la evidencia de su reconocimiento coloca la responsabilidad únicamente en su plano personal y no en el político como habría interesado al feroz centralismo español.
Lo verdaderamente relevante es que todo este lío se enmarca en un momento histórico trascendental para Catalunya, inmersa, como sabemos, en su causa soberanista y cuyo siguiente hito el próximo 9 de noviembre será reventado con toda seguridad por el Gobierno español y todos los medios institucionales y judiciales a su alcance. A tres meses de la consulta se podría pensar que esta confesión de Pujol daña el proceso independentista; por contra con lo que acaba definitivamente es con la práctica política del llamado pujolismo. O lo que es lo mismo, pactar lo que sea con España, aplicar el cortoplacismo y ralentizar la exigencia de los derechos del pueblo catalán.
El president Mas ha salido fortalecido ante la sociedad catalana al dejar atrás una manera de hacer política tan posibilista que no les llevaba a nada. Sin embargo, se enfrenta a duras decisiones en el otoño. No le dejarán celebrar la consulta. El enrocamiento español seguramente le llevará a la convocatoria de elecciones para poder seguir respondiendo al proceso cívico surgido de la sociedad catalana.
El futuro próximo en Catalunya pasa por un gobierno de unidad con Esquerra Republicana. O suman o no hay proceso ya que el previsible -y necesario- siguiente paso será la declaración unilateral de independencia por el Parlament catalán.
Argumentos tienen muchos, incluso para presentar listas conjuntas. La sociedad civil, el compromiso con la palabra dada y el desarrollo futuro de la nación catalana así le obligan.