EN su edición de junio, Mckinsey -de la mano de Brendan Buescher y Patrick Viguerie-, publica un artículo en torno a la industria y empresas disruptivas en el mundo de la salud. En él apuntan las nuevas incertidumbres y claves para un cambio disruptivo que afecta a la mencionada industria -ya históricamente sometida a múltiples variantes a lo largo de su historia-, que entiende experimentará una mayor velocidad de cambio y una vorágine transformadora fruto de nuevos desafíos y exigencias sociales y políticas pero, sobre todo, de una ola de oportunidades como consecuencia de la aplicación de una tecnología de gran impacto así como la creación de nuevos mercados.

Destaca el caso de los Estados Unidos y la aplicación de la Affordable Care Act, en el corazón de la reforma Obama (Obamacare) con la entrada de 30 millones de nuevos pagadores que descubren un mundo desconocido para ellos. El mencionado artículo aborda la salud desde una de las visiones que el mundo en general y la mayoría de ciudadanos y gobiernos rara vez hace, que es la salud como industria, más allá de su esencia de derecho y bienestar social. En esta línea, analiza la mencionada industria en comparación con el resto de industrias, observa su contribución al mundo de la economía y el progreso social y transita por el impacto estratégico, innovador y de valor económico empresarial-industrial-país que aporta.

Esta importante transición disruptiva que excede de la influencia de la tecnología, los modelos de negocio y la generación de riqueza y empleo, se generaliza a lo largo del mundo.

La ocasión permitía explicar el porqué de una inevitable "revisión y renovación del compromiso" al objeto de romper el círculo perverso de la crisis económica que parecería alejarnos del compromiso de construir un Estado de Bienestar del que la salud es un pilar esencial, de provocar la necesidad de recuperar y reivindicar el derecho esencial de la universalización de la asistencia sanitaria, atendiendo a la necesidad y no a la posibilidad de pagarla, acompañando a las personas, en salud, a lo largo de toda su vida y no ante y durante la enfermedad. Retos y desafíos que tensionan el sistema y obligan a renovar compromisos desde los valores y principios del humanismo y la sociedad devolviendo la centralidad, prioridad y causa-efecto a las personas, destacando la ética, la formación, la vocación y el servicio como eje esencial del rol médico y resto de agentes de salud implicados.

1-Concebir y gestionar la salud más allá de la sanidad y la ausencia de enfermedades.

2-Clusterizar la salud dando sentido a la pluridisciplinariedad desde la interacción de una medicina extendida, una tecnología aplicable a la salud, un vector económico de riqueza y empleo, nuevas infraestructuras adecuadas a los objetivos reales previstos, la educación y nuevos espacios de formación y especialidad, su integración con los servicios sociales y la financiación requerida.

3-Redefinir roles de los actuales y nuevos jugadores en el sistema de salud, con un papel relevante para la enfermería, los agentes de salud y desarrollo comunitario y el propio paciente con un cada vez mayor protagonismo en su enfermedad y, sobre todo, en su salud. Salud, educación, desarrollo comunitario, constituyen nuevos pilares básicos del desafío.

4-Superar la paralizante discusión simplista de la privatización versus el compromiso insustituible de la responsabilidad de los poderes públicos. Es un tiempo de competencia público-privada y público-público (niveles de atención, roles, espacio salud-social,?) en el que organización, propiedad, estructura, financiación y atención han de repensarse desde su esencia y coste-eficiencia al servicio del objetivo real: salud para todos.

Así, todo este nuevo bagaje requiere, además, abordar un marco adicional de gran trascendencia y en línea con el apartado introductorio de este artículo: Salud y economía. Más allá de la dignidad, equidad y derecho natural a la salud, ésta ha de verse como una fuente de innovación, riqueza y empleo así como clave de la competitividad para el bienestar de la población. La salud (y un sistema país debidamente articulado) es factor de empleabilidad (en Euskadi, hoy, sobre todo, de la mujer), tractor demandante de servicios especializados, generador de conocimiento, talento y motor de la innovación. Es, sin duda, fuente y aplicación de la tecnología, demandante de infraestructura y equipamiento y transformador, también, de modelos de negocio.

Así, más allá del importante debate especializado de los profesionales en el marco de su revitalizador congreso anual, el efecto disruptivo que se cierne sobre su propia actividad provoca un nuevo ADN del sistema: "Hacer de las necesidades, desafíos sociales, la fuente de los nuevos modelos de desarrollo, sistemas completos de salud y renovado compromiso Personas-Medicina-Salud-Economía y Sociedad". Este nuevo-viejo paradigma entronca, en mi opinión, con el escenario mundial observable en una industria de la salud en plena ebullición y que, como plantea el mencionado artículo inicial, permite comparar con los cambios disruptivos que se han venido dando en diferentes industrias a lo largo del tiempo.

Sin embargo, la buena noticia es que estas transiciones hacia nuevos espacios no son sino grandes bolsas de oportunidad. La historia empresarial, no obstante, enseña un elevado fracaso en la mayoría de las empresas en su interpretación y tiempos cuando se produce la disrupción industrial, cuando cambian las reglas del juego y aparecen nuevos jugadores.

Sin duda, la industria de la salud vive un nuevo momento de cambio. Desafíos y oportunidades se entrelazan para orientar un nuevo rumbo. Es un momento ideal, también para los gobiernos, para repensar sus sistemas de salud, su organización administrativa y su concepción, también, como un auténtico motor generador de empleo, riqueza, bienestar. No es solamente un espacio para las biociencias en términos de investigación o apuesta de largo plazo, es, sobre todo, un espacio de servicio, de actividad, de desarrollo tecnológico aplicado y de reconfiguración industrial. He aquí uno de nuestros grandes nichos y espacios de futuro.

Salud: cobertura universal, pilar de bienestar, y por supuesto, motor económico, tecnológico y de innovación y empleo. Una industria clave para Euskadi.