LOS convulsos y difíciles momentos por los que atraviesa nuestra economía, acentuada tanto por indicadores objetivos como por la propia percepción generalizada en la Sociedad, hacen de todos y cada uno de nosotros actores y protagonistas de un lugar o concepto común, "la competitividad", cuya defectuosa comprensión y extendida simplificación provoca un mal diagnóstico y, sobre todo, una peor definición de estrategias y políticas de éxito.

Si bien ya en demasiadas ocasiones hemos pretendido explicar los verdaderos determinantes de la competitividad, la gran cantidad de variables y factores que inciden en la misma ("En Competitividad todo importa") y el peligro de concentrar tan complejo concepto y proceso sistémico en dos o tres factores de uso común (salario-costes laborales, precio del dinero, reformas laborales?) vendidos como panacea recurrente en declaraciones mediáticas, día tras día, parecemos caer en los mismos peligros. Así, a lo largo de esta última semana, hemos asistido a una serie de eventos, noticias y comentarios en titulares como "Euskadi ha dejado de ser competitiva", "Cantabria es tres veces más competitiva que Euskadi", "España gana competitividad gracias a su contención salarial, exportaciones y reforma laboral mientras Euskadi la pierde"? que pudieran sorprender, preocupar y despistar a más de uno, añadiendo incertidumbre y pesar -más allá de lo razonable- al trabajador o inversor medio. Parecería formar parte de esas coincidencias espontáneas o interesadas iniciativas a la contra de serios intentos por relanzar y repuntar nuestro desarrollo.

Llama la atención que líderes empresariales con exitosas trayectorias que avalan sus experiencias, simplifiquen estos conceptos dejándose llevar por la línea gruesa del texto dominante sin aportar su propia reflexión y conocimiento. Decir que una misma actividad industrial puede realizarse, en igualdad de aportación de valor tres o cuatro veces más "barata-competitiva" en un desierto industrial a decenas de kilómetros de un espacio industrial, innovador, en un contexto de políticas industriales, tejido ad hoc, políticas diferenciadas, servicios especializados, infraestructuras, mercados (incluso internos), en donde sus propias estructuras de decisión y gestión están localizadas? parecería un exceso de imprudencia y escasa homogeneidad comparada. ¿Es que sus éxitos empresariales del pasado se basaron en un diferencial salarial?, ¿Su resultado competitivo en Euskadi en las últimas décadas ha sido fruto de un mero diferencial de coste de mano de obra y no de su capacidad emprendedora, inversora y directiva capaz de diseñar modelos de negocio propios, abrir mercados exteriores, asumir riesgos de todo tipo, acceder a países complicados y remotos, implantar sistemas de dirección especializada, formar personal, etc., etc.?

En esta misma línea, confundir el rigor metodológico, marcos conceptuales profundos serios y probados, definitorios de la competitividad, con el marketing soportado en un informe de parte al servicio de una propaganda dirigida a promocionar la "Marca España", soporte de tres o cuatro medidas realizadas por el gobierno español, no parece una buena carta de presentación de quienes hacen de portavoces empresariales.

La competitividad empresarial, territorial y de una Sociedad no se improvisa. Décadas de intensidad alineada al servicio de una estrategia específica resultan imprescindibles. No podemos dejarnos llevar por atajos improvisados. No basta con auto proclamarse "Consejo Nacional de la Competitividad", por ejemplo, y encargar un informe para transformar el tejido económico. De la misma forma que no basta hablar de competitividad, así, en genérico.

En contraste, en estas últimas semanas, Euskadi ha vuelto a ser noticia (empañada por la propia crisis) como referente internacional como consecuencia de su transformación económica real, sus estrategias de competitividad y clusterización de la economía, su diferenciación en política industrial respecto de la seguida por el Estado y otras Comunidades Autónomas y su Instituto de Competitividad y algunos de sus investigadores, distinguidos por sus trabajos. Proyectos, trabajo, iniciativas soportadas en un modelo de competitividad, basado en una metodología concreta, testados y comparados en el contexto internacional (académico, empresarial, territorial) de modo que sirvan como input imprescindible para la redefinición permanente de políticas públicas y privadas al servicio del bienestar. Que la Unión europea, la OCDE, el BID? distingan el proceso estratégico vasco, destacando que se han realizado políticas y modelos alejados de las otrora recomendaciones generales que ellos mismos realizaron en el pasado, no puede quedar en saco roto. Por el contrario, han de servir de estímulo para reforzar el esfuerzo y compromiso en la línea sostenida a lo largo del tiempo, posibilitando la motivación y esperanza para superar la crisis vigente.

Si pretendemos superar la crisis, si queremos construir un futuro diferente, si necesitamos reorientar nuestras empresas y sus modelos de negocio, abrazar la internacionalización en nuevos mercados, reformular nuestras administraciones públicas, transformar las relaciones laborales y los comportamiento y actitudes de sindicatos y organizaciones empresariales, hemos de entender el contexto, re-diseñar nuestras agendas y asumir la importancia de la competitividad como un proceso complejo altamente demandante.

Las economías competitivas construyen estrategias convergentes que inciden en cientos de factores relevantes a la vez, establecen políticas focalizadas y sinérgicas -sostenibles en tiempo y dirección- y se dotan de instituciones clave que las propician y refuerzan, empeñados en generar niveles crecientes de productividad y creación de valor al servicio de la prosperidad (siempre con el objetivo de generar: mejores y mayores salarios, no peores). Estas economías comprenden la compleja interacción de todos los agentes implicados (ya sean públicos o privados, en diferentes niveles institucionales). Una economía competitiva vive atenta a las tendencias y cambios observables en el horizonte y pretende adelantarse a los mismos, mitigar riesgos globales y locales que la amenazan, reducir el gap entre su conocimiento y fortalezas base respecto del escenario deseable. Estas economías rompen reglas del juego. Se apropian de su futuro y no dejan que los demás les marquen un camino único por recorrer.

Euskadi es -pese a lo mucho que hemos de recorrer, superar y mejorar todavía- una economía competitiva, forma parte del núcleo de regiones europeas de cabeza, está al frente de las economías del Estado y tiene miembros adecuados para afrontar el futuro. Como economía competitiva que es, Euskadi se enfrenta al reto de su transformación permanente, superación de dificultades y graves problemas que le aquejan y la inevitable adecuación a los nuevos escenarios por venir.

Afortunadamente, nuestro futuro no es, solamente, cuestión de una nómina ni de una coyuntura "low cost" en un paraje vecino. Los primeros que lo sabemos, de verdad, somos quienes vivimos compitiendo a lo largo del mundo en y desde Euskadi.