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Catalunya triomfant

toda lucha reivindicativa o de afirmación -de marca, ideológica o de país- es básicamente un asunto de comunicación. Más en concreto, un acto de persuasión colectiva a través de determinados canales. Hasta el proyecto más razonable pierde eficacia si se comunica indebidamente. También la confrontación política del 11 de septiembre planteada por Cataluña frente al Estado era una cuestión de medios y de mensaje, a cuyos resultados subrogaba su éxito o su fracaso. Y tras lo visto en las pantallas, el pueblo catalán ha vencido a España y convencido al mundo. Por cuatro factores claves: unidad plural, osadía en la movilización, categoría democrática en la participación popular y alto contenido emotivo. Cataluña ha hecho una exhibición a escala global de su enorme calidad social -respetuosa, positiva y culta- y de la consistencia de su propósito nacional. Ha asombrado a la opinión pública internacional con las imágenes arrolladoras de su kilométrica, colorista y disciplinada marcha a las que solo cabía añadir una palabra como argumento y como síntesis: libertad.

Con sospechosa unanimidad, las televisiones han minimizado el acontecimiento y han evitado confrontarse con Cataluña para construir la falacia de que se trata de un experimento de Artur Mas y no un clamor surgido de lo más hondo del corazón de aquel pueblo. El contenido de las noticias y las opiniones ha sido minuciosamente calculado para que los ciudadanos no se asustaran y redujeran la pacífica rebelión de millón y medio de catalanes a una espectacular performance nacionalista. De todas las manipulaciones mediáticas las preferidas son quitar resonancia a la realidad y culpar a los políticos de enredar a la sociedad. Franco ya hacía estas cosas y apelaba, como contrapeso de los subversivos, a la mayoría silenciosa.

La sordina y el disimulo han sido las respuestas televisadas ante la declaración de libertad de una Cataluña triunfante. Esta coalición entre la mezquindad política y la tele es la que nos desgobierna: la primera dice no y la segunda tampoco.