La Caja de Pandora
las consecuencias de la crisis, dramáticas e indignantes para buena parte de la sociedad, proyectan el escenario perfecto y perverso para quienes, bajo la responsabilidad política o financiera, carecen de ideas para buscar una salida y utilizan el drama del desempleo y la pobreza para destruir el Estado de bienestar construido en las últimas décadas proponiendo medidas que pretenden ser ingeniosas, cuando en realidad desvían la atención mediática y, lo que es peor, erosionan los valores fundamentales de la democracia, como son la libertad, la igualdad y la solidaridad.
Es el caso del dirigente socialista catalán, Pere Navarro, que lanzó la boutade en la que calificaba de privilegio el Concierto Económico vasco, con el único apoyo de Rosa Díez, lo que pone a los pies de los caballos del apocalipsis el sistema de gobierno en Euskadi y la solidaridad de los vascos. También son destacables las declaraciones del presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, ante el Tribunal Constitucional alemán para que se limite el margen de maniobra del Banco Central Europeo (BCE), cuyo presidente, Mario Draghi, afirmaba hace un año, exactamente el 25 de junio, que "el BCE hará todo lo necesario para sostener al euro, y créanme, eso será suficiente".
Y como quiera que el papel aguanta todo, máxime en los tiempos actuales, no faltan los que aprovechan la coyuntura para escenificar acuerdos tan efectistas como ineficaces. En este sentido, no iban a ser menos los dirigentes del PP y PSOE que han puesto negro sobre blanco el texto de la proposición no de ley relativa al Consejo Europeo del 27 y 28 de junio. En principio, hasta suena bien la letra y música de un pacto que insta al Gobierno español a defender en la cumbre la necesidad de avanzar hacia la unión bancaria, fomentar el empleo juvenil y aumentar los fondos europeos destinados a las pymes. La realidad es otra. Los posibles acuerdos que se tomen en el Consejo Europeo llevarán el mismo camino que otros que les han precedido. Dormirán el sueño de los justos.
Se muestran locuaces ante pactos de escaso recorrido o silentes en los temas importantes, porque uno se pregunta qué razón impidió el mismo acuerdo entre los chicos de Rajoy y Pérez Rubalcaba cuando el Banco de España propuso hace un par de semanas medidas tan audaces como habilitar contratos de trabajo fuera de convenio o la supresión del salario mínimo para parte de los trabajadores. La propuesta es una majadería que alcanza cotas obscenas porque se quiere aprovechar la debilidad y vulnerabilidad de buena parte de la sociedad, cuya situación de dramática emergencia les hará aceptar cualquier trabajo, aunque sea precario y con una remuneración por debajo del salario mínimo oficial.
Más aún. El pacto PP-PSOE y la propuesta del Banco de España también son ineficaces porque los empresarios no contratan simplemente porque no hay actividad, no porque el coste salarial sea elevado. Sólo hay que tener en cuenta que el 30% de la capacidad productiva española está ociosa, lo que significa que no hay negocio.
Y aunque se paguen 400 euros al mes por trabajar 40 horas a la semana, no habrá contratación alguna porque, simple y llanamente, no hay clientes ni trabajo.
Sin embargo, ahí están las declaraciones y propuestas de unos y otros lanzadas en medio de las miserias y debilidades de una sociedad atormentada por la falta de trabajo y futuro. También cabe preguntarse por qué hace dos años, el PSOE y el PP acordaron modificar la Constitución y limitar el déficit público a requerimiento del BCE y ahora no alzan su voz para denunciar que un Tribunal Constitucional (el alemán) podría pedir que se modifique la operatividad del BCE en base a la denuncia presentada por el Bundesbank y avalada por la firma de 37.000 ciudadanos alemanes.
Jens Weidmann, presidente del Bundesbank y el único miembro del Consejo de Gobierno del BCE que se opuso en septiembre pasado al programa de compra de deuda pública de países en crisis, (OMT en sus siglas en inglés), volvió a participar en la vista oral del Tribunal Constitucional alemán, celebrada en la ciudad de Karlsruhe y cuando el presidente del Constitucional le preguntó si pensaba que sería razonable que el tribunal exija que el mandato del BCE se modifique para limitar su ámbito de actuación en políticas como el programa OMT, Weidmann respondió que sí.
"El hecho de que yo haya tomado esta posición con respecto al OMT, señala que yo estoy dispuesto a limitar este margen de maniobra porque me preocupa que el actual margen de maniobra pueda conducir a problemas de credibilidad y riesgo en la estabilidad de precios", afirmó el presidente del banco central alemán. Una posibilidad remota, sí, pero que significa que el Tribunal Constitucional de un país puede cambiar la operatividad de un organismo europeo.
La cobardía que se observa en la gestión institucional de la UE o el BCE viene dada porque son organismos creados, desarrollados y apoyados por los gobiernos de los estados miembros y éstos, a su vez, por los partidos políticos que los sustentan de tal suerte que sus estrategias coyunturales, localistas y europeas vienen marcadas por las expectativas electorales y no por una visión de futuro que tenga en cuenta el sistema que les permite gobernar y, lo que es más importante, el desarrollo social y económico de generaciones venideras.
Curiosamente, la sentencia del Tribunal Constitucional alemán no se conocerá hasta celebradas las elecciones en las que Merkel pone su cancillería en juego. Pero el daño ya está hecho porque, aunque no haya requerimiento alguno al BCE, Weidmann ha abierto la Caja de Pandora al echar sal y vinagre en la herida de la creciente legión de euroescépticos dispuestos a destruir la Unión Europea creada en torno a valores como la democracia, la igualdad y la solidaridad, la misma que ayudó a Alemania en su reunificación.