Catalunya
el Gobierno central español nos está dejando sin capacidad de sorpresa por la intensa demostración de arrogancia a la que nos somete. Boutade tras boutade escupen una serie de declaraciones de enorme déficit democrático y contra la realidad social. Algunas parecen dictadas por una organización ultrarreligiosa. Dignas de mención son: el aborto y ETA tienen algo que ver y no es importante la salud física o psíquica de las madres; o sus políticas de empleo, que son las mejores, según un pretencioso y melifluo Rajoy. Ya lo comprobamos y sufrimos.
Además del ejercicio de tijera, podando de raíz nuestros derechos sociales, ese Gobierno se dedica a atacar con todas sus energías cualquier atisbo de desarrollo democrático en torno al derecho a decidir de los pueblos que aún permanecemos atados al Estado español. Esta semana le ha tocado a Catalunya: el Tribunal Constitucional -español, claro está- ha suspendido la declaración de soberanía aprobada por el Parlament el pasado mes de enero.
Sirvan estas líneas para denunciar su cruzada contra esa declaración política parlamentaria que habla de participación, diálogo y cohesión social, sin olvidar que responde a la mayoría nacional catalana demostrada en las urnas. ¿También van a prohibir que en los parlamentos se hable de política? Mejor no les damos ideas.
Esa proclamación democrática no les gusta porque define al pueblo catalán como sujeto político, capaz de decidir lo mejor por y para sí mismo. Ante ese peligro, la siempre presente unidad española (a defender por tierra, mar y aire si hace falta) se siente ultrajada y, de manera beligerante, trata de asegurarse los ingresos dinerarios necesarios.
En el fondo, lo que demuestran es la debilidad del centralismo español, incapaz de defender sus supuestos por vías democráticas. Por eso, necesitan vetar el debate político amparándose en leyes y constituciones que se pueden cambiar y que, en cualquier caso, son posteriores y menos importantes que la existencia de las naciones catalana y vasca.
En Euskadi y Catalunya vamos acumulando experiencia en eso de hacer las cosas "legalmente" y que te las tumben porque sí. Esta desproporcionada reacción ante una declaración política es otra demostración del miedo que tienen a la decisión de los pueblos catalán y vasco.
Ya se oyen voces en Catalunya que hablan de celebrar el referéndum. Por si acaso, el mismo día que se conoció la decisión del Constitucional crearon en el Parlament la comisión sobre la consulta de autodeterminación.
¿Cómo pretenden que se respete un Estado que exprime, ahoga e intenta anular hasta el extremo nuestras lenguas y culturas, por no decir nuestras posibilidades de desarrollo económico? Siguen sin querer entender que continúan agrandando el conflicto y la desafección en Euskadi y Catalunya; lo que llevará, tarde o temprano, a la necesidad de decisiones unilaterales.