Europa a dos velocidades
sí o sí. Lo admitan o no los políticos y los expertos (entre los que se encuentra un buen amigo que me pide que escriba con optimismo) la realidad, a día de hoy, es bien tozuda e impide ese toque optimista a la vista de la encuesta del BCE que establece con claridad una zona euro dividida en dos partes que, día a día se, separan más estableciendo una mayor desigualdad económica y social. Europa funciona a dos velocidades. En la primera, las empresas de Alemania, Austria, Bélgica o Francia detectan un descenso en las tasas e intereses de los créditos concedidos por la banca, mientras que, al otro lado del Rubicón, países rescatados como Grecia, Irlanda y Portugal, o en vías de serlo, caso de España e Italia, tienen a sus famélicas empresas al borde del estrangulamiento por el encarecimiento de los escasos créditos que se conceden.
Es una lamentable situación que rompe con la vocación igualitaria y solidaria que inspiró el Tratado de Roma (1957) semilla de la actual Unión Europea. Y no se trata de una gratuita valoración del momento que vivimos, sino la conclusión que se extrae de la encuesta que realiza semestralmente el Banco Central Europeo (BCE) sobre los países de la zona euro. Una encuesta que recoge las dificultades de las empresas, fundamentalmente las pymes, para acceder al mercado crediticio, mientras descienden la facturación y los beneficios, alimentando la destrucción de empleo y el malestar de la ciudadanía ante un futuro cada vez más negro.
Hay que recordar como muchos proyectos empresariales, junto con el empleo que podían generar, han terminado en la papelera ante el encarecimiento de los créditos y las duras condiciones que ponen los bancos, al tiempo que lastra la competitividad de las pymes de los países afectados y les resta potencial para competir en el mercado único. De esta forma, gran parte del sacrificio salarial y de empleo que se está realizando cae en saco roto.
Pues bien, los datos de la encuesta son elocuentes: Un 28% de las pequeñas y medianas empresas españolas declara que su principal problema es obtener créditos para su financiación. Un porcentaje que sólo es superado por Grecia (31%), en tanto que esa percepción la tienen el 23% de las empresas italianas y el 21% de las portuguesas e irlandesas. Todo ello en el marco de la zona euro donde el precio oficial del dinero es del 0,75% y el euribor establece préstamos interbancarios al 0,611% según el cierre del pasado viernes. Es decir, en las mejores condiciones históricas.
Más allá de lo que suceda específicamente en cada país, la encuesta del BCE alerta de que el crédito para las pymes se está secando. "El acceso a créditos bancarios siguió deteriorándose", advierte el órgano que dirige Mario Draghi. Según esta edición de la encuesta, el 22% de las empresas nota que las condiciones de acceso a préstamos se han deteriorado. Esto supone un ligero descenso económico respecto de la publicada en abril, cuando el porcentaje era del 20%.
El deterioro se tradujo en un aumento de las negativas de los bancos a la hora de conceder créditos. En primavera, a un 13% de las pymes europeas se le había recibido con una respuesta negativa; en otoño, al 15%.
Con estos datos, la proyección al futuro no puede ser más negativa ya que aumenta el pesimismo entre las empresas de los países periféricos del sur de Europa, ya que las pymes griegas, españolas, italianas y portuguesas piensan que la facturación continuará su declive, mientras un pequeño porcentaje de empresas alemanas, austríacas, finlandesas, francesas y holandesas consideran que las ventas repuntarán. Cierto es que, para poner todos los datos sobre la mesa, los últimos datos del BCE sobre tipos de interés españoles publicados esta semana muestran que ha habido un cierto respiro para las empresas en septiembre tras varios meses de subidas.
Pero mucho me temo que este último dato no sea suficiente para ser optimista. La respuesta de los bancos a la solicitud de créditos empresariales responde a una realidad en la que el mercado internacional, claramente en recesión como lo demuestra la caída de ventas del 10,9% en España, se está polarizando en dos grandes bloques.
Por un lado están los productos de alta tecnología y valor añadido monopolizados por los países avanzados que están en esa primera velocidad y que tienen mejores condiciones crediticias. Por otra parte, los países de la segunda velocidad competirán en un mercado marcado por el precio de venta y aquí el dominio es asfixiante por parte de los países emergentes (China, Brasil, India, etc.).
Resulta evidente que las posibilidades de crecimiento son nulas en tanto no se pongan en marcha incentivos a la productividad y estímulos a la inversión. La austeridad sólo permite pagar la deuda (pública o privada) y sus intereses, pero frena cualquier intento de pasar de la segunda a la primera velocidad. Es necesario algo más. Hay empresas, como Iberdrola que están pensando en emitir deuda en otros países para evitar pagar las consecuencias del lastre que supone la marca España.
Claro que esta opción sólo está en manos de las grandes empresas, mientras que las pymes deben hacer frente a la tempestad dentro del deteriorado mercado doméstico y con medios propios. Aunque quizás, llegados a este punto, el tejido empresarial vasco pueda contar a su favor con herramientas positivas como pueden ser un nuevo Gobierno volcado, según declaraciones de Urkullu, en la salida de la crisis, así como un sector financiero solvente, liderado por Kutxabank, y una interesante capacidad normativa fiscal que se desprende del Concierto Económico.
Ahora sólo resta la voluntad política de los partidos para hacer frente al futuro económico.