Desde la ejemplaridad manifiesta a lo largo de su vida, e inaugurando un nuevo estilo moderno de comunicación anónima a través de una página web, el rey de España ha hecho saber al mundo que "NO es tiempo de perseguir quimeras ni de buscar las esencias". Por el contrario, transmite dos máximas salvadoras de la crisis:

1)"Solo superaremos las dificultades actuales actuando unidos? remando a la vez".

2)"Necesitamos recuperar nuestros valores que brillaron en la transición democrática: trabajo, esfuerzo, mérito, generosidad, imperativo ético?"

Basta leer esta segunda recomendación de principios y compararla con la percepción de quien parecería pronunciarla (¡Vaya asesores y escribanos reales!) para observar la escasa credibilidad de quien lo proclama, instaurado por imposición, heredero de la dictadura, impuesto por herencia y ajeno a toda selección meritoria en el desempeño de sus tareas, además de alejado de un comportamiento ético observable.

Si con este bagaje se pretende simplificar la crisis actual (económica, política, social e institucional) y sus posibles soluciones, instalado en el establishment que, por definición, renuncia a cualquier movimiento que ponga en riesgo su statu quo, parecería evidente que en esa cabeza no hay lugar para quimeras.

Sin embargo, si analizamos el fracaso del modelo económico-financiero dominante, y la frustración de la paralizante estructura institucional constatable en la España de las Autonomías de la crisis, concluiríamos que no solo son deseables los sueños sino imprescindibles para esforzarnos en transformar una realidad actual que parece encaminada a suprimir un estado de bienestar aún en incipiente construcción. Un desenfrenado proceso que profundiza en el error de diagnóstico que ha dado por buena la paralización del gasto público, la austeridad generalizada, el recorte salarial y el límite al crecimiento en beneficio de un coyuntural déficit fiscal y presupuestario del cortísimo plazo, destrozando el capital humano a través de un creciente y duradero desempleo. Un progresivo intento por no reconocer la desigual realidad de sociedades, regiones y pueblos. Un modelo dominante que parece pretender colocar la economía, las instituciones y la política al servicio de sí mismas en lugar de utilizarlas al servicio de la sociedad.

Quizás, quienes han nacido en un palacio aislado, no han salido de él y pretenden que su entorno continúe en él de por vida, entienda que las cosas no han de cambiar y que si lo hacen, basta tirar de propaganda y medios afines para lograr que las aguas vuelvan a su cauce.

La realidad es otra cosa. Las personas necesitamos soñar un futuro, imaginar lo inimaginable y hacerlo posible. Es en esta dirección en la que debemos movilizar nuestro trabajo, nuestro esfuerzo, el diálogo y el sacrificio de los interese particulares. Solo así seremos capaces de construir un futuro mejor, para la mayoría de los ciudadanos.

Una vez más, debemos reivindicar el derecho a diseñar y aplicar estrategias distintas adecuadas a voluntades y realidades diferentes a la búsqueda de un propósito o sentido concreto.

El tópico y simplista mensaje de "todos juntos y unidos sin discutir esencias" a la voz del mando único, dictado desde el pensamiento único que renuncia a la diversidad democrática en favor de "la eficacia centralizadora" no solamente nos ha traído hasta aquí sino que profundiza en la crisis.

Para "recorrer el camino juntos" necesitamos conocer el lugar de llegada. Si no sabemos a donde queremos ir, el camino es lo de menos. No llegaremos a ninguna parte. Esto parece ser la invitación que nos hacen.

Por el contrario, sí es tiempo de quimeras. Pensamientos, sueños y caminos alternativos que nos muevan hacia otra parte. El camino del pensamiento único ya nos ha traído hasta aquí. Ahora queremos otro. Sin duda, en principio, parecería más complicado y sinuoso, pero nos ofrece el aliciente de un mejor punto de llegada.

No somos unos inconscientes. Hemos recorrido muchos caminos llenos de dificultades y estamos dispuestos a transitar uno nuevo.

En este caso, sí merece la pena perseguir quimeras, con los instrumentos, actitud y valores adecuados. Desde el valor de la experiencia probada, soportada en resultados comparables. Sueños que otrora pudieron parecer extraños y lejanos y que el tiempo ha sabido retribuir.