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La noche traicionada

LA noche del miércoles en Euskadi tuvo dos caras, como la luna. La visible se mostró con forma de balón y consiguió que la miraran más de 500.000 espectadores, un 63,7 % de la audiencia, inferior a la media española. Y la cara oculta acogió el drama de las otras víctimas, protagonistas del soberbio documental Por quién no doblan las campanas, producido por K2000 para ETB-2, que, por una calculada confrontación con el fútbol, apenas obtuvo 40.000 seguidores, un triste 7 %. Quizás los jefes de la televisión pública pensaron que era conveniente que la realidad histórica vasca continuara, como la luna, con un lado invisible, haciendo coincidir el relato trágico de los olvidados con el espectáculo banal de la Roja. Solo así se entiende que eligieran la misma fecha y hora para el homenaje a los damnificados por la policía y la dictadura.

A este desprecio se añadió el agravante de nocturnidad, pues el reportaje se prolongó hasta mucho después de media noche, porque la entrevista a Idoia Mendía, portavoz de la propaganda gubernamental, tenía preferencia sobre los marginados de la historia. Tras el audiovisual, a la noche traicionada le esperaban otras dos embestidas: el debate, solo apto para insomnes, llegó hasta la una y media de la madrugada y la parlamentaria Laura Garrido, del PP, marcó una oprobiosa frontera de dolor entre las víctimas de ETA y las otras; porque todavía hay categorías.

La película es un regalo de dignidad de las familias de los asesinados y un ejemplo de serena reclamación de justicia frente a quienes exhiben su sufrimiento con ira. Al desgarro de los hechos le faltó la denuncia de la vejación informativa que sufrieron las víctimas por El Correo Español y otros medios, que jamás se disculparon por su ignominia. He-mingway, de quien se toma el título del relato, lo hubiera contado todo y nunca usaría palabras como "excesos policiales" o "abusos de Estado" para describir crímenes y torturas salvajes. Nos mostraría sin miedo la cara oculta y honraría la noche en que los olvidados tenían la palabra.