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Mucho prometer

DESDE que Adolfo Suárez hiciera historia con aquella lapidaria estupidez, tan petulante y afectada, de "puedo prometer y prometo", nadie había vuelto al discurso espeso de las promesas. Hasta hoy, Día del Seminario, en el que la Conferencia Episcopal Española ha lanzado una campaña de contratación de nuevos curas con una letanía de promesas cuyo cumplimiento no puede acreditar. ¿Publicidad engañosa? La Iglesia, que inventó la comunicación de masas, ofrece con obvia frivolidad lo más deseado por todos: un trabajo fijo, un valor material y no lo que le es propio, un proyecto espiritual.

Es la primera de las veintitrés promesas que formula en su anuncio. La última, la más incierta: "No te prometo una vida de aventuras, te prometo una vida apasionante". Se equivocan nuestros obispos si creen que adoptando la retórica publicitaria pueden enmascarar el fracaso de su ejemplo cotidiano. ¿Significa esto que se sustituye la llamada de Dios a la vocación sacerdotal por unos spots de televisión?

Claro que la Iglesia debe utilizar las avanzadas técnicas de persuasión, incluyendo las redes sociales. ¿No le pedíamos que se modernizara? El problema está en el mensaje engolado y volátil que contiene su campaña: "Te prometo la certeza de que has sido elegido", "te prometo que tu riqueza será eterna"? Excesos emocionales que no se corresponden con lo esencial: el cura no es un currela, es un ser más humilde que los demás con la misión de mantener vivo el designio compasivo de Cristo. Por cierto, no hay ninguna promesa sobre el celibato, punto crítico de este oficio.

Déjense de delirios sentimentales y pregúntense por qué nadie quiere ser religioso profesional. Como las marcas en declive, nuestra Iglesia se engaña soñando en que una campaña resolverá su crisis de ventas y redimirá los defectos de su producto. No es un problema de comunicación. Quizás es que la gente ha madurado y ya no necesita tutelas para su alma ni intermediarios con Dios. ¿Y si resultara que también sin curas es posible encontrar la verdad y la razón de la vida?