compruebo, no sin cierto estupor, como un partido político con responsabilidades de gobierno es capaz de asegurar que no reprobará a un defraudador confeso, miembro destacado del mismo partido, al tiempo que exige a las instituciones forales un mayor compromiso en la lucha contra el fraude fiscal. Curiosa forma de querer liderar una sociedad que, por otro lado, también tiene que tragar esta semana con una nueva boutade, como es la versión, mejorada y ampliada, de los famosos "brotes verdes", que acuñó el anterior gobierno español. En esta ocasión el ministro de Economía, Luis de Guindos, afirma en sede parlamentaria que existen "incipientes signos positivos" para la economía española.

Dicho esto y como primera consecuencia, observo con preocupación la creciente hipocresía de muchos políticos que dogmatizan sobre un concepto o idea, al tiempo que hacen todo lo contrario sin el más mínimo rubor. ¿Cómo se puede reclamar una reforma fiscal o un cambio en las responsabilidades en materia de normativa fiscal, si son incapaces de condenar un fraude fiscal? Claro que el hecho de que no logremos entender este galimatías entre lo que se dice y se hace no es nada nuevo en esta legislatura vasca que comenzó con una declaración de "bolsillos transparentes" y puede terminar como el rosario de la aurora.

El ataque es doblemente sibilino porque, lejos de defender las instituciones públicas, las atacan con acusaciones a sus representantes siempre y cuando no estén bajo su control, al tiempo que defienden la honorabilidad de quien ha confesado ser autor de un fraude fiscal. Se les ve el plumero y, aprovechando algunas actitudes reprobables o anécdotas chuscas, hacen de la parte un todo para desviar la atención pública de lo que realmente importa, cual es un delito contra la Hacienda pública.

Los ataques se hacen disparando con salva, no se señala especialmente a nadie, a lo sumo a ese ente indefinido que es la propia institución, pero si se hace mucho, muchísimo ruido Es como disparar al muñeco del pim pam pum de las casetas de feria. Nadie se va a dar por aludido, pero el ruido repetido de los perdigonazos crea poco a poco corrientes de opinión adversas y genera un clima más propicio para la involución que para la justicia.

Dejemos este tema para centrarnos en las afirmaciones de quien horas antes de la quiebra de Lehman Brothers (bien avanzada la tarde del domingo 14 de septiembre de 2008) la negaba de forma categórica desde su cargo de responsable de la entidad financiera en España, pese a que un día antes Timothy F. Geithner, presidente de la Reserva Federal de Nueva York, incluía la posibilidad de liquidación de sus activos para sanear la empresa. Se trata del actual ministro de Economía Luis de Guindos que deja una frase para la historia de ese parque de atracciones en el que parece que se ha convertido la economía española al asegurar que hay "incipientes signos positivos".

Hace menos de 4 años no supo ver el negro porvenir del banco en que trabajaba y ahora nos habla de signos positivos, días después de que su jefe, Mariano Rajoy pronosticara una caída del 1,7% del PIB y la destrucción de 630.000 empleos para el presente ejercicio. Claro que, quizás podamos entender mejor esta dialéctica parlamentaria si añadimos que el calendario electoral señala el próximo domingo 25 como una cita con las urnas en Andalucía y Asturias, razón por la que esos "signos positivos" pueden interpretarse como un intento de regalar los oídos con cantos de sirena a los miles de andaluces y asturianos que están en el paro. Y lo hacen después de que en tan sólo tres meses hayan subido los impuestos y decretado una reforma laboral que, por cierto, está siendo cuestionada por algunos jueces y ha provocado la huelga general del próximo día 29 de marzo.

El ministro de Economía apoya sus signos positivos en estadísticas como la de ventas y el empleo de las grandes empresas, que adelanta la evolución de la recaudación, así como el índice de sentimiento económico de la OCDE o el que elabora la Comisión Europea, cuyos indicadores muestran una "franca mejoría". La pregunta que queda en el aire es si la mejora es real o si asistimos a la expresión del deseo de los políticos y sus objetivos electorales. Después de todo, hay otros datos que dicen todo lo contrario a lo afirmado por De Guindos.

Es el caso de la inflación española que, desde la entrada en el euro, fue sistemáticamente superior a la europea. Pero desde hace unos pocos meses estamos asistiendo a un proceso distinto, en el que los precios se mantienen por debajo de la media europea e incrementando la diferencia, lo cual implica un riesgo de deflación. También se registra una enorme disminución del flujo de capital exterior hacia España y, pese a las inyecciones del BCE, es dudoso que las cantidades prestadas vayan a contrarrestar más que parcialmente y durante algunos meses las enormes presiones deflacionarias.

¿Dónde está la verdad? Decidan ustedes entre el fraude fiscal o en la filtración de datos; entre los indicadores de la OCDE o en el paro y el riesgo de deflación.