EsCRIBIÓ Camilo José Cela, por otra parte un gruñón impenitente, que la filosofía del vagabundo se apoya en la no necesidad de nada y el buen talante de aceptarla sin queja alguna. Valga este retrato para deducir que los hombres desalojados de sus confortables ruinas, allá en Basurto, no son merodeadores ni mendicantes sino gente arrastrada por la marea tras el naufragio de su vida. Quiere decirse que ellos sí tienen necesidad y sí se quejan. "Somos invisibles", decían hace unos días en DEIA, antes de que la policía les echase el ojo. Y el lazo.

Desalojados de su último refugio, nadie sabe qué será de ellos. De momento, diversas organizaciones, encabezadas por SOS Racismo, han puesto el grito en el cielo, que es el único techo que les queda. Piden que se salte la pértiga a la, a su juicio, injusta Ley de Extranjería, al igual que muchos de los extranjeros saltaron muros o mares para buscarse la vida en otros lares. Sin mucha fortuna, dicho sea de paso, a tenor de la vida que han encontrado. Si alguien asume que vendrá a vivir en un edificio en ruinas, rodeado de suciedad y a expensas de la caridad del prójimo salta de inmediato una pregunta: ¿de qué huye? Aterra pensar en lo que ha dejado atrás si esta vida les compensa...

Willem de Kooning fue un pintor americano de origen alemán y uno de los principales exponentes del llamado expresionismo abstracto. Curiosamente, una de sus frases más recordadas es bien concreta. El problema de ser pobre es que te ocupa todo el tiempo, dijo el artista, consciente de que pocos desventurados tienen ocupación con la que distraer el hambre, una espectadora muy exigente. ¿Qué hacer con el dolor ajeno? es una pregunta incómoda. De momento, la respuesta de los gobiernos es una bien visible: ocultarlo. Pero quien lo ha visto -y no digamos quien lo ha vivido...- no lo olvida.