Santa Rita
cuando los políticos viven en estado de ansiedad, como ahora en campaña electoral, vuelven su mirada a la tele. Nunca le quitan el ojo, es verdad; pero en estos días la televisión se convierte en la redentora de sus pecados de pensamiento (falta de ideas), palabra (tonterías dichas), obra (chapuzas realizadas) y, sobre todo, omisión (promesas incumplidas). En campaña los partidos tienen una infinita fe en la tele y a esta deidad milagrosa imploran para que les conceda sus deseos y cure sus males de vanidad, pereza, maledicencia y los relativos al séptimo mandamiento. La televisión se convierte en una devoción pagana cuyo propósito es, al igual que en la religiosidad mística, hacer votos. Para los candidatos cercanos la televisión es una santa dadivosa; pero para los aspirantes postizos la tele se encarnará, a lo más, en Santa Rita, abogada de los imposibles.
Me encanta el ritual de esta nueva religión pública que rinde culto a la imagen, su ser supremo. Es divertido ver cómo los periodistas ejercen el papel de sumos sacerdotes impartiendo doctrina, donde la cámara es el ojo de Dios y a la que acude la gente, lo mismo que a la iglesia, en busca de consuelo y certezas. Ser ateo hoy consistiría en no tener televisor y salir a la calle a encontrar el contacto con seres de carne y hueso, la autenticidad y el diálogo personal. Necesitamos esta enérgica rebeldía y que los líderes escapen de la seductora dictadura de los medios.
Se equivocan los partidos con la tele: la democracia no es un espectáculo. Las campañas tienen que regresar a su patria original, la calle, ocupada desde hace años por los extremistas. Los ciudadanos quieren candidatos reales, no virtuales, y reclaman hablar con ellos sin la mediación teatral de los debates retransmitidos. Solo después de que calles y plazas vuelvan a ser el escenario natural de las elecciones y recuperemos el espíritu de la política ciudadana podremos admitir, sin sustituir la tangible realidad, que la televisión e internet complementen una democracia más humana. Voto por eso.