Resintonizar
tAL vez la TDT haya reportado más canales y mayor calidad de imagen y sonido, aunque creo que estas novedades no han mejorado en lo sustancial la oferta de programación: un Teleberri tendencioso o un episodio de Sálvame son igual de aberrantes en blanco y negro que en alta definición, en mono o en estéreo. Pero es que, además, exige resintonizar el televisor cada vez que irrumpe una nueva emisora, obligando a actuar sobre el menú de instalación. Para muchos es una operación rutinaria y sencilla; pero para los analfabetos digitales, que no son pocos, es un jeroglífico de botones que generalmente se resuelve con una llamada de socorro a familiares o pagando a un técnico antenista. Y así lo que debería ser una actualización automática se ha convertido en un auténtico fastidio.
¿Y qué vemos tras la resintonización? Los nuevos canales no son más que movimientos tácticos de las grandes empresas para acaparar el mercado mediante emisoras acólitas. En esto reproducen la estrategia de los centros comerciales: cuantos más locales abren, mejor; porque los costes de la distribución se dispersan y dejan sin hueco a los rivales. Las marcas temáticas secundarias que ahora aparecen (Nitro, Boeing y Marca) son obreras al servicio de la abeja reina en sus respectivos panales: Telecinco, Antena 3, La Sexta y Veo7. Lo de menos es lo que emiten (viejos dibujos, viejas series y viejos partidos) y lo fundamental es la decantación del espacio audiovisual en dos grupos privados hegemónicos, dueños del espectáculo, y unas cadenas públicas incompetentes: modelo italiano en lugar del paradigma británico, más democrático.
Vocento con La 10, que hoy empieza, va contra esta tendencia bipolar. Y se equivoca. Los desastres financieros de La Sexta y Cuatro, adquiridas por Antena 3 y Berlusconi, respectivamente, demuestran la quimera de su proyecto generalista. Ni Curri Valenzuela (la negación de la imagen), ni Carlos Herrera, ni María Teresa Campos podrán con la tozuda realidad del mercado. El fracaso en televisión ya está inventado.