Vuelo bajo
POR qué Telecinco ubicó en la noche del pasado miércoles el primer capítulo de la miniserie Vuelo IL-8714 y el posterior documental, a pesar de su supuesta categoría de superproducción? Ninguna creación televisiva que pueda merecer ese rango elegiría para el estreno un 1 de septiembre, fecha situada entre el Pinto de la anodina programación de verano y el Valdemoro de la renovada parrilla de otoño e invierno. El día escogido para el estreno indica que la cadena de Berlusconi desconfía de la calidad de su producto y, además, muestra la mala conciencia con que lo emitió, a sabiendas de estar escarneciendo a los familiares de las víctimas del accidente del avión de Spanair, ocurrido en Barajas el 20 de agosto de 2008 y que produjo 154 muertos y dejó 18 supervivientes. Claro que relacionar conciencia con Telecinco es un oxímoron.
Había muchas razones para que este programa no despegara, pero el oportunismo (un concepto asociado al actual modelo de televisión) ha podido más que los motivos emocionales vinculados al recuerdo de aquella tragedia aérea. Sobre el caso sobrevolaba la nueva demanda social, surgida tras el atentado del 11-M, de evitar un dolor añadido a las víctimas con imágenes innecesarias y la recreación morbosa del sufrimiento humano, un criterio de respeto que encarnó con honor Pilar Manjón, qué gran mujer. Si bien no es lo mismo el impacto de las imágenes reales que una serie de ficción, la relativa cercanía del suceso y el hecho de que aún no se hayan esclarecido judicialmente sus causas motivaban a los familiares a requerir (y suplicar) a Telecinco el aplazamiento de la emisión. ¿Libertad de creación y difusión versus sensibilidad de las víctimas? No, primacía de la dignidad frente al oportunismo.
El fracaso de Telecinco es triple. De audiencia, con un 11% de cuota y 1.755.000 espectadores; moral, al optar por el vuelo raso de las aves de rapiña en vez del vuelo alto de la decencia; y creativo, al emitir un producto pretencioso, cuya mema conclusión es que la culpa fue de un relé.