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¡Qué chistosos!

Quién ha engañado a los políticos para que se presten a contar chistes en la tele? ¿Será la crisis o su complejo de lejanía social? El caso es que Antena 3 ha invitado a los dirigentes públicos a que este verano exhiban su gracia y salero -y su capacidad para hacer, de otra forma, el ridículo- en su programa El Club del chiste. No es broma. Se da por seguro que intervendrán el siniestro Fraga Iribarne (¿con algún chiste sobre Franco?), los catalanes Artur Mas y Duran i Lleida y, cómo no, el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, que se apunta a un bombardeo con tal de salir en la tele. En cambio, Llamazares, más serio y circunspecto, se ha negado a participar en ese circo y su lugar lo ocupará Joan Herrera, de ICV. No se sabe si habrá algún político vasco entre los chistosos, pero me temo lo peor.

¿Que por qué no va a poder la clase política contar chistes en público si ya lo hace en privado? Muy fácil: porque el liderazgo es lo opuesto a la igualdad y aún más a la vulgaridad. Yo quiero ver a mis líderes entregados a su elevada tarea pública y no haciendo el payaso. Sé que hay otras opiniones, pero que nadie confunda la simpatía de un político con ser un mostrenco. ¿Por qué se obstinan todos en parecerse a Revilla, el Belén Esteban de la política, con sus sobaos y sus anchoas?

Una cosa es que los líderes quieran reducir distancias con la gente mostrando su alma vecinal, para lo que pueden apuntarse a cantar villancicos en Navidad o a servir vinos en una fiesta solidaria; y otra cosa distinta es pretender ser jocosos y ocurrentes, lo que no son. Un político en el papel de persona normal es la culminación del ridículo.

Los políticos, como los reyes, los ricos y la Iglesia, no están para contar chistes, sino para ser objeto de los mismos. Es el único privilegio de la gente. Es una necesidad democrática y así lo han entendido los humoristas y, sin ir más lejos, Vaya Semanita, programa satírico nacido para reírnos de nosotros y del poder. Que no nos hurten ese derecho invadiendo el escenario.