Iñaki Gabilondo capitanea en CNN+ la única tertulia sin trincheras de la noche. Y aunque sesgada en lo ideológico, sus diálogos son racionales en contraste con la fiereza de Intereconomía, la demagogia de Veo TV y la intransigencia de Telemadrid y Popular TV. Sin embargo, el pasado martes el periodista donostiarra perdió su equilibrio de buen moderador y agarró un cabreo colosal por las opiniones de una tertuliana sobre las supuestas negociaciones de Zapatero, vía Eguiguren, con ETA. Por unos instantes Iñaki quedó fuera de control, visiblemente desencajado. Después tuvo la nobleza de pedir disculpas, algo inusual en estos programas de zafarrancho de combate.

Como género televisivo, las tertulias hacen fortuna porque encajan con el carácter charlatán español. Se diferencian por su grado de rudeza y por la hora en que se celebran. A la mañana, por la frescura de la ducha y el descanso, las discusiones tienen más contenido y viveza. Por la tarde, se frivolizan al entrar en juegos polemistas cuyo propósito es dar espectáculo. Y a la noche, el debate se propagandiza porque todo consiste en dar caña sin piedad al adversario. Si el nivel político del Estado es intelectualmente deficiente, sus comentaristas mediáticos son aún peores porque prolongan sus defectos: muchas palabras para un perpetuo desencuentro y un hablar iletrado.

Dialogar es una ética y un reflejo de nosotros mismos. Es la sublimación de la palabra. Desde la nostálgica época de La clave, que profesaba la conversación entre notables, todo ha ido de mal en peor. Lo último son las tertulias políticas entre mujeres. Así lo han dispuesto José Mª Calleja en su nuevo Debate semanal, también en CNN+, los sábados; y Antxon Urrosolo, en ETB, con un debate entre parlamentarias vascas, dos a uno a favor del Gobierno de López. No deberían las mujeres aceptar esta Sección Femenina del diálogo político. No se necesita cambiar el sexo al debate, sino su mentalidad: convencer sin vencer; y lo más importante, aportar no tanta información y más conocimiento.