NO lo comprendo. Se pasan la semana anunciándonos a todas horas que tal actor, artista, cantante o escritor asistirá como invitado a un programa determinado para presentarnos su última obra. Sus fans hacen planes para coincidir con el evento y ver qué opina su ídolo sobre esto o aquello. Llega el gran día y la experiencia no puede ser más frustrante. El famoso es recibido con grandes aplausos y toque de trompetas y, a partir de ahí, no le dejan abrir la boca ni decir más de dos frases seguidas. Según sea la cadena anfitriona, estas entrevistas Twitter con no más de 140 sílabas en total, pueden seguir derroteros distintos. Si se trata de Vaya Semanita, de ETB, el famoso permanecerá en el sofá con la sonrisa petrificada mientras los sketchs se suceden casi sin interrupción. En un momento dado, Agirregomezkorta le hará una pregunta muy ingeniosa y, cuando se disponga a contestar, entrará uno de los personajes que le hará otra pregunta que tampoco podrá contestar porque pondrán un vídeo del Jonan. Y así, sucesivamente. Si se trata de Cuatro y el pobre individuo visita El hormiguero, tampoco saldrá mejor parado. Allí, además de andar de un lado para otro del plató dando tumbos con una bata y unas gafas de seguridad para que no le quemen las cejas con los experimentos, tendrá que bailar o dar de comer a un caimán. En ambos casos, y en otros muchos que ustedes recordarán, lo que piense el personaje da lo mismo, sólo interesa su imagen, su envoltorio. Está de moda el bit y, a partir de ahí, la cosa se complica y la audiencia se dispersa. Todo ha de ser minimalista y explicado en dos palabras: nuevo disco, estreno película, vendo moto. Madre mía, qué tristeza.