Black Power
UN espectáculo, como una novela o una película, se la juega en el comienzo y el final. El comienzo determina el interés posterior y el final es lo que se recuerda. De esto eran conscientes en Sudáfrica, de lo que se deriva que la ceremonia inaugural del Campeonato Mundial de fútbol contuviera muchos de los elementos mágicos y grandiosos de un evento universal. No lo tuvo todo, ni podemos compararla con otras aperturas; pero hubo color a raudales, sensualidad en las danzas, autenticidad cultural y, sobre todo, Mandela y mucha africanidad: el grito de un continente que quiere homologarse en dignidad y potencia al resto del mundo. ¿Y por qué hubo tan poco público en el estadio y qué razón justificó la sustitución del estruendo natural de la gente por el ruido de las vuvuzelas, malditas trompetas?
Entre todos los símbolos proyectados en la inauguración destacó uno que quiso ganar el partido y perdió por goleada. Me refiero al momento en que volvió a manifestarse el símbolo del Black Power, cuyo precedente son las olimpiadas de México de 1968. En aquel episodio deportivo, coincidente con los días más convulsos de la lucha de los negros por sus derechos civiles, dos atletas norteamericanos, Tommie Smith y John Carlos, subidos al pódium levantaron el puño envuelto en guantes negros para unirse a la causa de sus hermanos de raza. Fueron desposeídos de sus medallas y repudiados en su país; pero su gesto mítico marcó una época y hoy forman parte de la historia democrática.
El intento, cuarenta años después, de reinventar aquel símbolo resultó un ridículo ejercicio de nostalgia. Es como sacar de paseo al abuelo cantando La Internacional o revivir el parisino mayo del 68, tan sobrevalorado. Los símbolos nacen y mueren. Y la televisión ha reducido su período de vigencia. Hasta el 11 de julio se fabricarán en Sudáfrica muchos mitos perecederos para vender esperanzas fútiles. En España, un gobernante derrotado, Zapatero, sueña con el símbolo del triunfo para sobrevivir a la realidad. Si España vence, estamos perdidos.