ENTRE 1998 y 2002 hizo furor en Antena 3 una serie llamada Compañeros, que llegó a tener nueve temporadas y 121 capítulos. Sus protagonistas eran alumnos y profesores de un colegio y también sus familias. Básicamente se trata del mismo escenario que en Física o Química, y en la misma cadena, pero diez años no pasan en balde y hoy las historias de Quimi y Valle parecen un cuento de niños. Cualquier parecido entre el Azcona y el Zurbarán es pura coincidencia y se ha pasado de una serie para toda la familia a otra realmente incómoda de ver con los padres o con los hijos. Un redondelito amarillo recuerda durante toda la emisión que se trata de un producto no recomendado para menores de 13 años, lo que sería un detalle a agradecer si en alguna casa todavía se tuvieran en cuenta estas advertencias. El martes se estrenó la quinta temporada y en el primer capítulo uno de los chicos descubre que su padre se ha llevado a su novia a la cama. Ella, por cierto, es menor de edad. Otra de las chicas acude a un fiestorro con alcohol a tutiplén, la drogan y la violan. Y así todo el rato... No tienen razón quienes dicen que Física o Química da una mala imagen de los adolescentes: los adultos quedan igual de mal. ¿Pero cuántos espectadores tendría una serie sobre vidas de santos? En la ficción no triunfa el buenismo. Hay que mezclar drama, morbo y sexo. Esta serie tiene todos esos ingredientes aderezados con una revolución de hormonas. Los guiones, como es costumbre en la ficción española, están estiradísimos. La tensión narrativa no existe. La capacidad de insinuar es nula. Las interpretaciones de los actores más jóvenes son lamentables. En algunos casos vocalizan tan mal que apenas se les entiende (a lo mejor esto precisamente es verosímil) ¿Cuál es el resultado? Esta semana, el 16,5% de share y 3.022.000 espectadores. No son malas cifras para estos tiempos y esta cadena. Es una serie más, ni mejor ni peor. No salen bien parados los jóvenes, ni los profesores, ni los padres,... pero ¿quién demuestra que no es realista?
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