Un filósofo judío que si viviera ahora, diría que Dios no existe, porque existe su paisano Netanyahu. Es la prueba del algodón: la maldad en persona y obra, con su ideología nazi, colegas políticas y militares. Una ensalada perfecta de primer plato hacia el odio, la muerte y todo lo que se menea en el cielo y en la tierra y en el mar.