Querido y admirado presidente Mujica: he oído que el de la guadaña ya no te va a dejar pastorear más y tampoco vas a poder dar de comer a tus gallinas. Pero estate tranquilo porque dejas en este mundo, que con tu sabiduría, sencillez y honradez hiciste un poco mejor, un montón de admiradores que te recordarán para siempre. Espero, aunque no confío demasiado en ello, que tus homólogos de la política aprendan un poco de tu humanidad y pongan la misma al servicio de la gente más necesitada como has hecho tú. Nos da mucha pena que no puedas venir a la Muxika de tus ancestros a degustar una buena chuleta como prometiste hace unos años en tu última visita a Euskadi. Te echaremos de menos.